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Pregunta: “En el Padrenuestro, �qu� significa santificado sea tu nombre?”
Respuesta:
La Oraci�n del Padre Nuestro, registrada en Mateo 6, comienza con: “Padre nuestro que est�s en los cielos, santificado sea tu nombre” (Mateo 6:9). Santificar algo es hacerlo santo, separarlo o santificarlo. Jes�s ense�� a Sus disc�pulos a orar para que Dios el Padre “santifique” Su nombre. Hay que destacar que esta petici�n va en primer lugar. Es de primordial importancia que Dios santifique Su nombre.
�De qu� manera queremos que Dios santifique Su nombre? �De qu� manera debe ser apartado o santificado Su nombre? Un escritor lo explica como una petici�n para que Dios act�e de manera que demuestre visiblemente su santidad y gloria (Albert Mohler en La Oraci�n Que Revoluciona Al Mundo: El Padre nuestro como un manifiesto transformador, p. 61). Dios demuestra Su santidad en el mundo creando un pueblo santo que invoque Su nombre, proclame el evangelio y realice buenas obras (Efesios 2:10).
A nadie le gusta que su nombre se quede en el olvido, se escriba mal o se pronuncie mal. Nuestros nombres son parte de nuestra identidad y valor como personas. Para nosotros es importante tener un “buen nombre”, es decir, una reputaci�n intachable. De la misma manera, el nombre de Dios habla de Su identidad, Su car�cter y Sus acciones. Cuando David dice: “Me guiar� por sendas de justicia por amor de su nombre”, se refiere a la acci�n de Dios de santificar Su nombre por la forma en que nos gu�a (Salmo 23:3; cf. Isa�as 48:9-11 y Ezequiel 20:14). El nombre de Dios – Su car�cter y reputaci�n – tiene que ser santificado en este mundo, y eso es lo que Jes�s nos ense�a a pedir.
La petici�n “santificado sea tu nombre” es la primera en el Padrenuestro. De inmediato, Jes�s nos quita todo el protagonismo y dirige nuestra atenci�n a Dios. Todo gira en torno a �l, a Su santidad y a Su obrar en el mundo. Jes�s nos ense�� que deb�amos empezar nuestras oraciones reconociendo al Dios al que oramos. Es un Padre amoroso que nos invita a Su presencia. �l se preocupa sinceramente por nosotros. Dios es santo y digno de todo honor, y nuestra primera prioridad es orar para que el mundo vea lo santo y glorioso que es.
En otra ocasi�n, Jes�s or� por Sus seguidores: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santif�calos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como t� me enviaste al mundo, as� yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a m� mismo, para que tambi�n ellos sean santificados en la verdad” (Juan 17:15-19). La palabra santificar en la oraci�n sacerdotal de Jes�s es una traducci�n de la misma palabra griega traducida como “santificado” en Mateo 6:9. Jes�s or� esto espec�ficamente por Sus disc�pulos, pero tambi�n por aquellos que creer�an en �l a trav�s de su mensaje, es decir, todos los que han puesto su fe en Jesucristo (Juan 17:20). Como hijos de Dios (Juan 1:12), estamos llamados a ser santos como �l es santo (1 Pedro 1:16).
Primera Pedro 3:15 nos dice: “santificad a Dios el Se�or en vuestros corazones”. Santificar en este vers�culo es otra traducci�n de la palabra griega para “santificado”. Una de las formas en que santificamos el nombre de Dios es reconocer a Jes�s como Se�or y vivir nuestras vidas para honrar a Dios. Inclinamos nuestros corazones hacia �l, ponemos nuestra esperanza en �l, le obedecemos y compartimos sobre �l con los dem�s. Que sigamos el modelo de oraci�n de Jes�s, y que la expresi�n “santificado sea tu nombre” sea el verdadero deseo de nuestros corazones.