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Pregunta: “�Todas las personas nacen buenas?”
Respuesta:
Hoy en d�a existe la creencia com�n de que las personas nacen “buenas” y que en el fondo la mayor�a de ellas siguen siendo b�sicamente buenas durante toda su vida. Seg�n esta teor�a, la maldad que muestran algunas personas es el resultado de factores ambientales: las personas s�lo se vuelven “malas” cuando factores externos m�s all� de su control los alejan de su autentica bondad. Este punto de vista de la naturaleza humana es falso y antib�blico.
La Biblia ense�a que ninguno de nosotros es bueno. Todos nacemos pecadores con una naturaleza pecaminosa y ego�sta heredada de Ad�n. A menos que nazcamos de nuevo por el Esp�ritu de Dios, nunca veremos el reino de Dios (Juan 3:3).
El Salmo 14:2-3 refuta la idea de que cualquiera es “bueno”: “Jehov� mir� desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si hab�a alg�n entendido, que buscara a Dios. Todos se desviaron, a una se han corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. Si a�adimos a esto la afirmaci�n de Jes�s de que “ninguno hay bueno, sino s�lo Dios” (Lucas 18:19), vemos que todos somos culpables ante Dios.
En el principio, Dios cre� un mundo absolutamente perfecto. En G�nesis 1:31, Dios dijo que Su creaci�n era “muy buena”. El Jard�n del Ed�n era el entorno perfecto para los primeros seres humanos, Ad�n y Eva. Incluso en ese entorno perfecto, con todas sus necesidades cubiertas y viviendo en un estado de inocencia, Ad�n eligi� desobedecer a Dios. Ad�n no pod�a culpar a los factores ambientales por su elecci�n pecaminosa; fue simplemente un acto de su voluntad el rebelarse.
Cuando Ad�n desobedeci� a Dios, la primera pareja perdi� su inocencia, fue expulsada del Jard�n y, lo que es m�s importante, su naturaleza b�sica se corrompi� (G�nesis 3:7-12). El pecado y la muerte pasaron a formar parte de la creaci�n. M�s tarde, cuando Ad�n tuvo un hijo, la Biblia describe el acontecimiento de esta manera: “engendr� un hijo a su semejanza, conforme a su imagen” (G�nesis 5:3). De tal palo, tal astilla. El pecador engendr� un pecador. Ahora el pecado de Ad�n se ha extendido a toda la creaci�n: “Por tanto, como el pecado entr� en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, as� la muerte pas� a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).
Las personas no nacen “buenas” porque cada uno de nosotros ha sido afectado por el pecado de Ad�n; no hay excepciones. Romanos 5:18 dice que “la transgresi�n de uno vino la condenaci�n a todos los hombres”. Somos pecadores por dos razones: nosotros mismos pecamos activamente (somos pecadores en la pr�ctica), y llevamos un car�cter pecaminoso transmitido por Ad�n (somos pecadores por naturaleza). Por eso todos nos enfrentamos a la muerte f�sica: “En Ad�n todos mueren” (1 Corintios 15:22).
Es dif�cil imaginar que un dulce e inocente beb� sea pecador, pero la Biblia indica que incluso los ni�os poseen una naturaleza pecaminosa. L�gicamente, si nuestra naturaleza pecaminosa se hereda de Ad�n, entonces los beb�s ya tienen la tendencia a pecar. “La necedad est� ligada en el coraz�n del muchacho” (Proverbios 22:15). Reforzando la verdad de este proverbio, el comportamiento pecaminoso de un ni�o comienza a manifestarse muy temprano en su desarrollo; tan pronto como un ni�o es capaz de comenzar a elegir entre la obediencia y la desobediencia, comenzar� a “probar las aguas” de la desobediencia. Por naturaleza, los ni�os son ego�stas, y su naturaleza caprichosa es evidente para cualquiera que haya estado rodeado de ni�os.
El pasaje definitivo sobre el hecho de que las personas no nacen “buenas” es el Salmo 51:5. Aqu�, David habla de su propia naturaleza pecaminosa desde la concepci�n: “He aqu�, en maldad he sido formado, y en pecado me concibi� mi madre”.
No hay nada inherentemente “bueno” en ninguno de nosotros. No hay nada en nosotros que pueda ganar la salvaci�n, y por nosotros mismos no tenemos la capacidad de hacernos merecedores del favor de Dios. S�lo merecemos la ira de Dios (Efesios 2:3). Estamos muertos en nuestros pecados (Efesios 2:1). Pero gracias a Dios, que decidi� enviar a su Hijo, Jes�s, al mundo. Jes�s vivi� sin pecado, y Su muerte en la cruz pag� la pena que merec�amos.
El himno de Charles Wesley “�Y puede ser?” enaltece merecidamente al Se�or por Su asombroso amor:
“Dej� el trono de su Padre en lo alto,
�Tan libre, tan infinita Su gracia!
Se despoj� de todo, excepto del amor,
Y sangr� por la raza indefensa de Ad�n. . . .
�Amor asombroso! �C�mo puede ser
que T�, mi Dios, mueras por m�”.
El gran amor de Dios por nosotros es la �nica raz�n por la que nos ofrece un regalo tan asombroso: el regalo del perd�n de los pecados. Juan 3:16-18 dice: “Porque de tal manera am� Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unig�nito, para que todo aquel que en �l cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envi� Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por �l. El que en �l cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha cre�do en el nombre del unig�nito Hijo de Dios”.