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Pregunta: “�Qu� significa orar: “H�gase tu voluntad?”
Respuesta:
“H�gase tu voluntad” es una de las peticiones del Padre Nuestro. En parte, Jes�s ense�� a Sus disc�pulos a orar: “Padre nuestro que est�s en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. H�gase tu voluntad, como en el cielo, as� tambi�n en la tierra” (Mateo 6:9-10). El mismo Jes�s suplic� que se hiciera la voluntad de Dios en el Huerto de Getseman�. Antes de su crucifixi�n, or�: “Padre m�o, si es posible, pase de m� esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como t�” (Mateo 26:39). Jes�s estaba comprometido con el cumplimiento de la voluntad de Dios, y la oraci�n “H�gase tu voluntad” fue un tema de su vida.
En pocas palabras, orar: “H�gase tu voluntad”, es pedirle a Dios que haga lo que �l desea. Por supuesto, estamos orando al Dios que dijo: “H�gase la luz”, y se hizo la luz (G�nesis 1:3), de manera que sabemos que Su decreto soberano se cumplir�, ya sea que oremos o no. Ahora bien, hay otro aspecto de la voluntad de Dios, que llamamos su voluntad “revelada” o “preceptiva”. Esta es la “voluntad” de Dios que nos ha revelado, pero que no nos impone. Por ejemplo, es la voluntad de Dios que hablemos la verdad en amor (Efesios 4:15) y que no cometamos adulterio (1 Corintios 6:18) o nos emborrachemos (Efesios 5:18). Cuando oramos, “H�gase tu voluntad”, estamos pidiendo a Dios que aumente la justicia en el mundo, que traiga m�s gente al arrepentimiento y que promueva la causa del reino de Su Hijo.
Cuando oramos, “H�gase tu voluntad”, reconocemos el derecho que tiene Dios de gobernar. No oramos: “H�gase mi voluntad”; oramos: “H�gase tu voluntad”. Pedir que se haga la voluntad de Dios es una demostraci�n de nuestra confianza en que �l sabe lo que es mejor. Es una declaraci�n de sumisi�n a los caminos de Dios y a Sus planes. Pedimos que nuestra voluntad se ajuste a la suya.
El Padre Nuestro comienza reconociendo a Dios como Padre en el cielo. Luego Jes�s modela la petici�n, presentando tres solicitudes al Padre: 1) Que Dios haga que Su nombre sea santificado; en otras palabras, como dice un escritor, que Dios act�e de manera que muestre visiblemente Su santidad y su gloria (La oraci�n que revoluciona al mundo: El Padrenuestro Como Un Manifiesto Transformador, p. 61). 2). Que Dios traiga Su reino a la tierra; es decir, que la predicaci�n del evangelio convierta a los pecadores en santos que caminen en el poder del Esp�ritu Santo y que Dios libere al mundo del mal y cree los nuevos cielos y la nueva tierra donde Dios morar� con Su pueblo y donde ya no habr� m�s maldici�n ni muerte (ver Apocalipsis 21-22). 3) Que la voluntad de Dios se haga “en la tierra como en el cielo” (Mateo 6:10). En el cielo, los �ngeles cumplen el deseo de Dios de forma completa, alegre e inmediata; �C�mo ser�a este mundo si los humanos actuaran as�!
Como aclaraci�n, “H�gase tu voluntad” no es una oraci�n pasiva de resignaci�n. La oraci�n de Jes�s en Getseman� no fue pasiva ni fatalista en lo m�s m�nimo; desnud� Su coraz�n ante el Padre y revel� Su deseo �ltimo: que se cumpliera la voluntad de Dios. Orar: “H�gase tu voluntad”, reconoce que Dios tiene m�s conocimiento que nosotros y que confiamos en que Su manera es la mejor. Y es un compromiso para trabajar activamente en la ejecuci�n de la voluntad de Dios.
Romanos 12:1-2 dice: “As� que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que present�is vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conform�is a este siglo, sino transformaos por medio de la renovaci�n de vuestro entendimiento, para que comprob�is cu�l sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Entendiendo qui�n es Dios, nos sometemos a �l y le permitimos que nos transforme. Cuanto m�s conozcamos a Dios, m�s f�cilmente se alinear�n nuestras oraciones con Su voluntad y podremos orar verdaderamente: “H�gase tu voluntad”. Podemos acercarnos a Dios con la confianza de que “si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, �l nos oye” (1 Juan 5:14-15).
Por fe, sabemos que orar, “H�gase tu voluntad”, es lo mejor que podemos pedir. “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho m�s abundantemente de lo que pedimos o entendemos, seg�n el poder que act�a en nosotros, a �l sea gloria en la iglesia en Cristo Jes�s por todas las edades, por los siglos de los siglos. Am�n”. (Efesios 3:20-21).