Pregunta: “�Qu� significa en realidad poner a Dios en primer lugar?”

Respuesta:


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Pregunta: “�Qu� significa en realidad poner a Dios en primer lugar?”

Respuesta:
Es habitual o�r a un cristiano decir: “Pongo a Dios en primer lugar” o aconsejar a otros que “se aseguren de que Dios tiene el primer lugar en su vida”. Estas expresiones se utilizan con tanta frecuencia que corren el riesgo de convertirse en un clich� cristiano. Sin embargo, la idea de poner a Dios en primer lugar no tiene nada de trillado; de hecho, es totalmente b�blica.

Todos tenemos prioridades. Organizamos nuestros horarios, presupuestos y relaciones de acuerdo al grado de importancia que le damos. Poner a Dios en primer lugar significa que le damos la m�xima prioridad sobre todo lo dem�s. �l es lo m�s importante en nuestras vidas y el centro de todo lo que hacemos y pensamos. Cuando decidimos poner a Dios en primer lugar, determinamos que �l es m�s importante que cualquier otra persona, que Su Palabra es m�s valiosa que cualquier otro mensaje y que Su voluntad es m�s importante que cualquier otro requisito.

Poner a Dios en primer lugar significa que guardamos el mayor mandamiento: “Amar�s al Se�or tu Dios con todo tu coraz�n, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37). En otras palabras, estamos totalmente involucrados en nuestra relaci�n con Dios. Todo lo que tenemos y todo lo que somos se lo dedicamos a �l. No nos guardamos nada.

Poner a Dios en primer lugar significa que evitamos la idolatr�a en todas sus formas: “Hijitos, guardaos de los �dolos” (1 Juan 5:21). Un �dolo es cualquier cosa que sustituya al �nico y verdadero Dios en nuestros corazones. As� como Gede�n derrib� el altar de Baal y cort� la imagen de Asera (Jueces 6:25-27), nosotros debemos arrancar de nuestros corazones cualquier cosa que afecte nuestra devoci�n o reverencia a Dios. As� como Gede�n construy� un altar al Se�or para reemplazar las im�genes id�latras, nosotros debemos dedicarnos como “sacrificios vivos” a Dios y de esa manera ponerlo a �l en primer lugar (Romanos 12:1).

Poner a Dios en primer lugar significa que nos esforzamos por seguir los pasos de Jes�s (1 Pedro 2:21). La vida de Jes�s se caracteriz� por la sumisi�n total a la voluntad del Padre, el servicio a los dem�s y la oraci�n. En el huerto, ante una agon�a impensable, Jes�s or�: “no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Eso es poner a Dios en primer lugar. Las palabras, las acciones y la doctrina de Jes�s proven�an del Padre (Juan 5:19; 7:16; 12:49). Jes�s glorific� al Padre en cada detalle de Su vida y cumpli� todo lo que se le envi� a hacer (Juan 17:4).

Jes�s nos ense�� a “buscar el Reino de Dios sobre todas las cosas” (Mateo 6:33). Es decir, debemos buscar las cosas de Dios por encima de las cosas del mundo. Debemos buscar la salvaci�n inherente al reino de Dios, consider�ndola m�s valiosa que todas las riquezas del mundo juntas (v�ase Mateo 13:44-46). La promesa asociada al mandato es que, si ponemos a Dios en primer lugar, “�l os dar� todo lo que necesit�is”.

Durante una �poca de hambruna, el profeta El�as visit� un pueblo donde se encontr� con una viuda que estaba preparando su �ltima comida para ella y su hijo. El�as le pidi� un poco de pan y agua, y la viuda le explic� que s�lo ten�a lo necesario para una comida, y que cuando �sta se acabara, tendr�a que pasar hambre. El�as insisti�: “No tengas temor…pero hazme a m� primero de ello una peque�a torta cocida debajo de la ceniza, y tr�emela; y despu�s har�s para ti y para tu hijo” (1 Reyes 17:13). B�sicamente, El�as le dijo que pusiera a Dios en primer lugar. Por fe, la viuda obedeci�. Puso a Dios en primer lugar y aliment� al profeta. Y luego vino el milagro: “y comi� �l, y ella, y su casa, muchos d�as. Y la harina de la tinaja no escase�, ni el aceite de la vasija mengu�” (vers�culos 15-16).

Los que ponen a Dios en primer lugar se distinguir�n del resto del mundo. Obedecer�n los mandatos de Dios (Juan 14:15), tomar�n su cruz y seguir�n a Jes�s (Lucas 9:23), y no abandonar�n su primer amor (Apocalipsis 2:4). Dan a Dios las primicias, no las sobras. La vida cristiana se caracteriza por el servicio desinteresado a Dios en cada momento, que fluye del amor a �l y a Su pueblo. En todas las cosas, el creyente conf�a, obedece y ama a Dios por encima de todo. Poner a Dios en primer lugar es m�s f�cil cuando tomamos en serio las palabras de Romanos 11:36: “Porque de �l, y por �l, y para �l, son todas las cosas. A �l sea la gloria por los siglos. Am�n”.

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