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Pregunta: “�Qu� es un pecado de comisi�n?”
Respuesta:
Hay dos formas b�sicas de pecar: por omisi�n o por comisi�n. Los pecados de omisi�n son aquellos en los que sabemos que deber�amos haber hecho algo bueno, pero nos negamos a hacerlo (Santiago 4:17). Un pecado de comisi�n es un pecado que cometemos, ya sea de pensamiento, de palabra o de hecho. Un pecado de acci�n puede ser intencional o no intencional. El conocimiento previo no es el problema. Si visitas otro pa�s en el que el tr�fico circula por el carril izquierdo, y conduces por el carril derecho, est�s infringiendo la ley, lo sepas o no. La Ley del Antiguo Testamento establec�a sacrificios especiales por pecados que no eran intencionales pero que, sin embargo, eran pecados (N�meros 15:22-24; cf. Hebreos 9:7).
El primer pecado de la humanidad fue un pecado de comisi�n. Dios prohibi� comer cierta fruta (G�nesis 2:16-17). Ad�n y Eva conoc�an el mandato de Dios y desobedecieron igualmente (G�nesis 3:6). Tomaron medidas para cometer un acto pecaminoso. Cuando el rey David cometi� adulterio y luego mand� matar a Ur�as para encubrirlo, ambos fueron pecados de comisi�n (2 Samuel 11). La Biblia no oculta los detalles, muchas veces escabrosos, de las vidas de las personas que �l am� y que de todas formas utiliz�. Sus p�ginas est�n salpicadas de pecados de comisi�n de grandes l�deres como Abraham (G�nesis 20:2), Mois�s (�xodo 2:11-12), David (2 Samuel 12:13), Salom�n (Nehem�as 13:26), Pedro (Mateo 26:74-75) y Pablo (G�latas 1:13).
Todos somos culpables de pecados de comisi�n. Todos cometemos un pecado intencional al actuar en formas que Dios ha prohibido. Tambi�n cometemos pecados involuntarios por nuestra ignorancia de las normas de Dios (Hechos 3:17; 1 Pedro 1:14; Lev�tico 4:13-14). Nuestra naturaleza pecaminosa nos aleja de la comuni�n con Dios. Podemos limitar el n�mero de pecados que cometemos abiertamente, pero no podemos limpiar nuestros corazones. Jes�s dijo que “Pero lo que sale de la boca, del coraz�n sale; y esto contamina al hombre. Porque del coraz�n salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15:18-19).
Por eso necesitamos a Jes�s. No podemos dejar de pecar, y al pecar eliminamos cualquier esperanza de relacionarnos con un Dios santo. S�lo cuando permitimos que la muerte y resurrecci�n de Cristo sea nuestro sustituto, se puede eliminar nuestro pecado (Colosenses 2:14; Romanos 6:6). Segunda de Corintios 5:21 dice: “Al que no conoci� pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fu�semos hechos justicia de Dios en �l”. Jes�s tom� sobre s� todos nuestros pecados de comisi�n y omisi�n y pag� la deuda que tenemos con Dios.
El Salmo 51 es la oraci�n que David escribi� despu�s de haber sido confrontado con su propio pecado de comisi�n. Hab�a pecado gravemente, y habr�a consecuencias (2 Samuel 12:14-15). Sin embargo, sab�a c�mo arrepentirse. Y ten�a suficiente confianza en la misericordia de Dios como para clamar: “Crea en m�, oh Dios, un coraz�n limpio, y renueva un esp�ritu recto dentro de m�. No me eches de delante de ti, y no quites de m� tu santo Esp�ritu. Vu�lveme el gozo de tu salvaci�n, y esp�ritu noble me sustente” (Salmo 51:10-12). David nos ense�a la manera correcta de tratar nuestros pecados de comisi�n. Cuando reconocemos nuestro pecado contra Dios, podemos acudir a �l, reconocer ese pecado y pedir que nos limpie. Podemos confiar en el poder de la sangre derramada de Jes�s para limpiar nuestro pecado. Dios promete restaurar nuestra comuni�n y fortalecernos para vivir de una manera que le agrade (Filipenses 4:13).