Pregunta: “�Qu� es la teolog�a espiritual?”

Respuesta:


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Pregunta: “�Qu� es la teolog�a espiritual?”

Respuesta:
La teolog�a espiritual es una rama de la teolog�a que hace hincapi� en la vida en “el esp�ritu” y no en “la carne”. En otras palabras, se ocupa de c�mo una persona crece y se desarrolla espiritualmente. Aunque hay enfoques b�blicos y evang�licos de la teolog�a espiritual, el t�rmino teolog�a espiritual se utiliza con m�s frecuencia en los c�rculos cat�licos, donde se trata de explorar las obras que un individuo debe realizar para avanzar hacia la “perfecci�n” en la vida cristiana. Los te�logos cat�licos consideran la teolog�a espiritual como la uni�n de las teolog�as de la est�tica y la m�stica.

El te�logo cat�lico P. Jordan Aumann define la teolog�a espiritual como “aquella parte de la teolog�a que, partiendo de las verdades de la revelaci�n divina y de la experiencia religiosa de las personas, define la naturaleza de la vida sobrenatural, formula directrices para su crecimiento y desarrollo, y explica el proceso por el que las almas avanzan desde el comienzo de la vida espiritual hasta su plena perfecci�n”. Observemos que, en esta definici�n, la “experiencia religiosa” tiene el mismo valor que la “revelaci�n divina”. En otras palabras, la teolog�a espiritual no se extrae �nicamente de la Biblia, sino que proviene de la experiencia, adem�s de la Biblia. Este hecho por s� solo deber�a hacernos desconfiar de tal teolog�a.

De acuerdo con la teolog�a espiritual, para alcanzar la “perfecci�n” en la vida cristiana, hay que practicar la oraci�n vocal, la meditaci�n y la oraci�n contemplativa; hay que rezar el Rosario; hay que dejar el pecado y servir a Dios; y hay que experimentar dificultades y sufrimientos, incluyendo “la noche oscura del alma”. A medida que el alma se acerca a la perfecci�n, debe pasar por tres etapas: la purgativa, la iluminativa y la unitiva.

El principal problema de la teolog�a espiritual, adem�s de alejarse de las Escrituras, es que se centra en los medios f�sicos para conseguir un fin espiritual. La Escritura ense�a que nacemos de nuevo por el Esp�ritu de Dios, que somos guardados por el Esp�ritu de Dios y que somos santificados por el Esp�ritu de Dios. El simple hecho de practicar rituales o mantener una disciplina no es garant�a de salvaci�n, y mucho menos de crecimiento espiritual. Juan Wesley estableci� su “Club Santo” con sus reglas y “m�todo” de vida santa a�os antes de su conversi�n. La religi�n no equivale a la regeneraci�n.

La Biblia manda a los seguidores de Cristo a caminar en el Esp�ritu: “Digo, pues: Andad en el Esp�ritu, y no satisfag�is los deseos de la carne” (G�latas 5:16). Los cristianos son los que han nacido de nuevo, los que “no andamos conforme a la carne, sino conforme al Esp�ritu” (Romanos 8:4). Todos deber�amos desear “creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Se�or y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18). Pero seguimos a Cristo, no a Santa Teresa de �vila, a San Juan de la Cruz, a Santa Catalina de Siena, a Tom�s � Kempis, a San Ignacio de Loyola, o a cualquiera de los otros que los cat�licos levantan como modelos de perfecci�n.

Siempre debemos cuidarnos del legalismo. El ejemplo de los g�latas nos proporciona una advertencia: en un intento de “crecer espiritualmente”, las iglesias de Galacia estaban cayendo en el legalismo. Intentaban vivir una “buena vida cristiana” volviendo a la Ley y a las ordenanzas del Antiguo Testamento. Pablo reprendi� tal curso de acci�n: “�Recibisteis el Esp�ritu por las obras de la ley, o por el o�r con fe? �Tan necios sois? �Habiendo comenzado por el Esp�ritu, ahora vais a acabar por la carne?” (G�latas 3:2-3).

Dios, que comenz� la buena obra en nosotros, la completar� (Filipenses 1:6). La oraci�n, la meditaci�n y otras disciplinas espirituales son buenas y �tiles para nuestro crecimiento espiritual. No obstante, debemos rechazar los m�todos creados por el hombre que prometen la perfecci�n. Debemos evitar los programas que se promocionan como una ayuda para “recibir la salvaci�n” y para “cooperar con la redenci�n de Cristo”. El justo vivir� por la fe (G�latas 3:11). Vivimos por el poder del Esp�ritu, no por las obras de la carne ni por el cumplimiento de la Ley.

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