Pregunta: “�Qu� es la falsa culpa y c�mo puedo evitarla?”

Respuesta:


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Pregunta: “�Qu� es la falsa culpa y c�mo puedo evitarla?”

Respuesta:
La Escritura es clara en cuanto a que toda la humanidad es culpable ante un Dios santo. Romanos 3 nos ense�a que no hay ninguna persona que sea justa y que, frente a una ley perfecta, todas las bocas est�n cerradas y el mundo entero yace bajo juicio (vers�culo 19). Adem�s, Juan nos dice que, si intentamos decir que no somos culpables del pecado, no s�lo mentimos nosotros mismos, sino que hacemos que Dios sea un mentiroso. La culpa en s� misma no es algo malo; es un hecho de nuestra existencia ca�da.

Sin embargo, cuando se trata de sentirse culpable, debemos distinguir entre la falsa culpa y la verdadera culpa. Es normal tener sentimientos de culpa cuando hacemos algo malo; esto es la verdadera culpa. Pero tambi�n es posible ser inocente de algo y, sin embargo, sentirse culpable por ello: esto es la falsa culpa.

La principal diferencia entre la falsa culpa y la verdadera culpa es su respectivo origen. La falsa culpa tiene al menos dos posibles puntos de origen: nosotros mismos y el diablo. Uno de los nombres del diablo en las Escrituras es “el acusador” (Apocalipsis 12:10). Es un nombre apropiado, ya que puede acusarnos, y de hecho lo hace, en nuestra propia mente y conciencia. Satan�s traer� a la mente nuestros pecados m�s horribles y har� que nos enfoquemos en ellos y no en el perd�n de Dios.

Otra posible fuente de falsa culpa es nuestra propia conciencia. La Biblia habla de una “conciencia d�bil” y la define como una creencia err�nea de que algo inocente es en realidad pecaminoso (ver 1 Corintios 8:7-13). Una conciencia d�bil, entonces, es b�sicamente una conciencia desinformada. Una persona que no aprecia la libertad que tiene en Cristo puede considerar pecaminosas cosas que no lo son en absoluto, y su conciencia “d�bil” puede producir f�cilmente una falsa culpa.

Luego est�n los que se convencen de que de alguna manera est�n en una “prueba” continua ante Dios. Piensan que si son lo suficientemente buenos – si se comportan con un est�ndar elevado continuamente – obtendr�n la aceptaci�n a rega�adientes de Dios. Es un pozo en el que es f�cil caer. Puede ocurrir cuando somos m�s conscientes de nuestro pecado que de la gracia de Dios.

La verdadera culpa, en cambio, se origina en el Esp�ritu Santo. Hay dos lugares en la Escritura donde esto es muy claro. En Hebreos 12 se habla del “castigo” o “disciplina” del Se�or. La verdadera culpa que un creyente siente por su pecado podr�a ser el castigo de Dios sobre un hijo al que ama. Su amor no permitir� que pequemos continuamente, as� que �l trae la convicci�n. Luego, en el cap�tulo 7 de 2 Corintios, Pablo escribe sobre una carta anterior que hab�a enviado y que aparentemente caus� gran angustia. En el vers�culo 8, dice: “Porque aunque os contrist� con la carta, no me pesa”. Pablo reconoce que su carta caus� “dolor” a la iglesia, pero identifica sus sentimientos como verdadera culpa. Se sent�an culpables porque de hecho lo eran.

La cura para la verdadera culpa no es s�lo un compromiso de “hacerlo mejor”. Como dice C. J. Mahaney en su peque�o libro, The Cross-Centered Life (La Vida Centrada en la Cruz), “Es imposible resolver los problemas de ayer haci�ndolo mejor el d�a de ma�ana”. No, deshacerse de la verdadera culpa requiere una tristeza piadosa que lleve al arrepentimiento (2 Corintios 7:10). Una vez que nos arrepentimos del pecado, el resultado es un regocijo en la gracia de Dios.

La falsa culpa puede resultar en depresi�n y par�lisis espiritual. Alguien que sufre de falsa culpa puede sentir que Dios lo ha abandonado y pierde la esperanza de ser santificado. La falsa culpa tiende a estar muy “centrada en m�”, y no en Dios. La tendencia es pensar que nunca seremos lo suficientemente buenos y centrarnos en nuestros defectos.

La cura para la falsa culpa es el evangelio. Si eres cristiano, empieza por confesar cualquier pecado de que tengas conocimiento. La promesa de Dios en 1 Juan 1:9 es para los creyentes: “Si confesamos nuestros pecados, �l es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Recuerda que, cuando se perdona un pecado, se perdona para siempre. Dios separa nuestro pecado de nosotros “tan lejos como el oriente est� del occidente” (Salmo 103:12).

Adem�s, c�ntrate en la gracia de Dios. La gracia de Dios es gratuita, se basa en la obra de Cristo a tu favor y es mayor que tu pecado (Romanos 5:20). Medita en Romanos 8:1, “Ahora, pues, ninguna condenaci�n hay para los que est�n en Cristo Jes�s”. Predica el evangelio a ti mismo cada d�a, pasando tiempo en pasajes como Romanos 3:19-26 (especialmente el vers�culo 24), Salmo 103:8-13, Romanos 4:7-8, Efesios 1:3-11 y Romanos 5:6-11. Medita en la cruz y en todo lo que significa para ti; nunca pienses en tu pecado sin recordar tambi�n la cruz y la gracia que Dios muestra en ella.

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