Pregunta: “�Qu� es el gozo del Se�or?”

Respuesta:


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Pregunta: “�Qu� es el gozo del Se�or?”

Respuesta:
El gozo del Se�or es la alegr�a del coraz�n que proviene de conocer a Dios, de permanecer en Cristo y de estar lleno del Esp�ritu Santo.

Cuando naci� Jes�s, los �ngeles anunciaron “nuevas de gran gozo” (Lucas 2:10). Todos los que hallan a Jes�s conocen, al igual que los pastores de la Natividad, el gozo que �l produce. Incluso antes de Su nacimiento, Jes�s hab�a tra�do gozo, como lo demuestra el canto de Mar�a (Lucas 1:47) y la respuesta de Juan al o�r la voz de Mar�a mientras “salt� de alegr�a” en el vientre de su madre (Lucas 1:44).

Jes�s ejemplific� el gozo en Su ministerio. No era un asceta melanc�lico; al contrario, Sus enemigos le acusaron de ser demasiado alegre en algunas ocasiones (Lucas 7:34). Jes�s se describi� a s� mismo como un novio que disfrutaba de un banquete de bodas (Marcos 2:18-20); “se regocij� en el Esp�ritu” (Lucas 10:21); habl� de “mi gozo” (Juan 15:11) y prometi� dar a Sus disc�pulos un abastecimiento de por vida (Juan 16:24). El gozo se refleja en muchas de las par�bolas de Jes�s, incluidas las tres historias de Lucas 15, que mencionan “el gozo delante de los �ngeles” (Lucas 15:10) y terminan con un pastor, una mujer y un padre alegres.

Nehem�as dijo a los israelitas arrepentidos que el gozo del Se�or ser�a su fortaleza (Nehem�as 8:10). La iglesia primitiva se caracterizaba por la alegr�a y el gozo del Se�or (Hechos 2:46; 13:52), y el “gozo en el Esp�ritu Santo” es una marca distintiva del reino de Dios (Romanos 14:17). Los que forman parte del reino comparten el deleite del reino.

El gozo forma parte del fruto del Esp�ritu (G�latas 5:22-23). De hecho, es nuestro deber cristiano regocijarnos en el Se�or (Filipenses 3:1; 4:4; 1 Tesalonicenses 5:16). En Cristo, los creyentes “nos alegramos con gozo inefable y glorioso” (1 Pedro 1:8).

Debido a su origen sobrenatural, el gozo del Se�or – nuestra alegr�a de coraz�n – est� presente incluso en las pruebas que se presentan en la vida. Sabemos que somos hijos de Dios y que nadie puede arrebatarnos de �l (Juan 10:28-29). Somos herederos de “herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible”, y nadie puede rob�rnosla (1 Pedro 1:4; Mateo 6:20). Vemos al Autor y al Consumador de nuestra fe, y, aunque el enemigo se ensa�e con nosotros, sabemos qui�n gana al final (Hebreos 12:2; Salmo 2).

La fe es la victoria que vence al mundo, y el gozo del Se�or es nuestra fortaleza. Las circunstancias adversas, en lugar de obstaculizar nuestra fe, en realidad pueden aumentar nuestro gozo. Pablo y Silas conocieron la adversidad cuando estaban sentados con los pies en el cepo en una celda de Filipos. Se hab�an violado sus derechos legales. Hab�an sido arrestados sin causa y golpeados de manera injustificada. A medianoche, como no pod�an dormir, cantaron – en voz alta – alabanzas al Se�or al que serv�an (Hechos 16:25). Pronto se produjo un milagro (vers�culo 26).

Los ap�stoles de Jerusal�n fueron arrestados – dos veces – y se les orden� no predicar en el nombre de Jes�s. La segunda vez que se enfrentaron al tribunal, fueron golpeados. Sin inmutarse, volvieron a casa “gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre” y dispuestos a predicar un poco m�s (Hechos 5:41). Por supuesto, los ap�stoles no hac�an m�s que seguir el ejemplo de nuestro Se�or, “el cual por el gozo puesto delante de �l sufri� la cruz, menospreciando el oprobio” (Hebreos 12:2).

El gozo del Se�or puede ser inexplicable para quien no lo tiene. Pero, para el creyente en Cristo, el gozo del Se�or viene tan naturalmente como las uvas en la vid. Al permanecer en Cristo, la Vid verdadera, nosotros, los p�mpanos, estamos llenos de Su fortaleza y vitalidad, y el fruto que producimos, incluyendo el gozo, es Su obra (Juan 15:5).

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