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Pregunta: “�Qu� es el don espiritual de la misericordia?”
Respuesta:
En la ense�anza de Jes�s del Serm�n del Monte, una de las bienaventuranzas es “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzar�n misericordia” (Mateo 5:7). La misericordia es lo que expresamos cuando somos dirigidos por Dios para ser compasivos en nuestras actitudes, palabras y acciones. Es m�s que sentir compasi�n hacia alguien; es el amor reflejado. La misericordia desea responder a las necesidades inmediatas de los dem�s y aliviar el sufrimiento, la soledad y la tristeza. La misericordia trata crisis f�sicas, emocionales, financieras o espirituales, por medio de un servicio generoso y abnegado. La misericordia es la defensora de los humildes, pobres, explotados y olvidados, y a menudo act�a a favor de ellos.
Un buen ejemplo de la misericordia se encuentra en Mateo 20:29-34: “Al salir ellos de Jeric�, le segu�a una gran multitud. Y dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que Jes�s pasaba, clamaron, diciendo: �Se�or, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! Y la gente les reprendi� para que callasen; pero ellos clamaban m�s, diciendo: �Se�or, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! Y deteni�ndose Jes�s, los llam�, y les dijo: �Qu� quer�is que os haga? Ellos le dijeron: Se�or, que sean abiertos nuestros ojos. Entonces Jes�s, compadecido, les toc� los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le siguieron”. Observe que los ciegos no asociaron la misericordia con un sentimiento sino con una acci�n. Su problema f�sico era que no pod�an ver, as� que para ellos, el acto de la misericordia fue la intervenci�n de Cristo para restaurar su vista. La misericordia es m�s que un sentimiento; siempre va seguida por una acci�n.
Este don tiene una aplicaci�n pr�ctica de servicio activo, as� como la responsabilidad de hacerlo con alegr�a (Romanos 12:8). Adem�s, todos estamos llamados a ser misericordiosos. Jes�s dice en Mateo 25:40 que “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos m�s peque�os, a m� lo hicisteis”. Mateo 5:7 promete misericordia a aquellos que son misericordiosos hacia los dem�s. Como personas que espiritualmente estamos muertos y pecadores ciegos que somos, no estamos en mejor situaci�n que los dos hombres ciegos en Mateo 20. As� como ellos estaban completamente dependientes de la compasi�n de Cristo para restaurar su vista, igualmente nosotros dependemos de �l como dijo el Salmista: “Mu�stranos, oh Jehov�, tu misericordia, Y danos tu salvaci�n” (Salmo 85:7). Este firme fundamento de que nuestra esperanza depende �nicamente de la misericordia de Cristo y no en ning�n m�rito nuestro, debe inspirarnos a seguir el ejemplo de Cristo de un servicio compasivo y mostrar misericordia a los dem�s, as� como nosotros la hemos recibido.