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Pregunta: “�Qu� dice la Biblia sobre ser egoc�ntrico?”
Respuesta:
El egocentrismo se define como “la preocupaci�n exagerada por los propios intereses y el bienestar; el amor propio o el ego�smo”. La Biblia nos dice que los “que viven seg�n la carne no pueden agradar a Dios” (Romanos 8:8). El egocentrismo es un pecado porque nos lleva a buscar la auto gratificaci�n y a ignorar las necesidades de los dem�s (Romanos 2:8; Santiago 3:16). El egocentrismo y el amor propio se oponen totalmente a las ense�anzas de las Escrituras (1 Corintios 13:4-7).
Es natural que nos preocupemos por nosotros mismos. Es m�s, Jes�s se apoya en el inter�s propio de cada uno para medir el amor a los dem�s: “Amar�s a tu pr�jimo como a ti mismo” (Marcos 12:31). Es decir, de la misma manera que (naturalmente) te amas a ti mismo, hay que saber amar a los dem�s. Nuestro mundo debe estar centrado en los dem�s, no en uno mismo. Como dijo Pablo: “Nada hag�is por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los dem�s como superiores a �l mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual tambi�n por lo de los otros” (Filipenses 2:3-4). Este mandamiento no da lugar al ego.
“Porque mientras est�bamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte” (Romanos 7:5). Si nos centramos en nuestro ego o nos dejamos llevar por nuestra naturaleza pecaminosa y carnal, estamos dando un fruto que lleva a la muerte. La iron�a es que el ponernos a nosotros mismos en primer lugar nos lleva a la destrucci�n de nosotros mismos (ver Lucas 17:33).
Estar centrado en uno mismo menosprecia los mandatos b�blicos de amar y cuidar al pr�jimo (Juan 13:34-35), de no juzgar a los dem�s (Romanos 14:13), de llevar las cargas de los dem�s (G�latas 6:2) y de ser bondadoso y perdonar (Efesios 4:32). Estar centrado en el ego es directamente opuesto al claro mandamiento: “Ninguno busque su propio bien, sino el del otro” (1 Corintios 10:24). Existen muchos otros mandamientos similares en los que se pide el sacrificio desinteresado y el servicio a los dem�s (Romanos 12:10; Efesios 5:21; G�latas 5:26). Todo acto de amor propio es una rebeli�n contra la autoridad de Dios. El egocentrismo tiene sus ra�ces en el deseo carnal de complacer al ego m�s que a Dios. B�sicamente, es el acto de reemplazar la autoridad de Dios con el propio ego.
Jes�s ataca la esencia del pecado del egocentrismo en esta clara declaraci�n: “Si alguno quiere venir en pos de m�, ni�guese a s� mismo, y tome su cruz, y s�game” (Mateo 16:24). Negarse a s� mismo significa dejar de lado las cosas materiales que se usan para complacer al ego. Negarse a s� mismo es dejar de lado los deseos ego�stas y la seguridad propia y centrarse, m�s bien, en los deseos de Dios (Mateo 6:33). El pensamiento de “�el que tiene m�s juguetes gana!” puede verse como la falacia que es. Negarse a s� mismo nos lleva del ego a Dios. Ya no manda el ego, sino Dios. Cristo gobierna nuestros corazones.
Todo el mundo tiene una tendencia a centrarse en s� mismo. Pero, aunque todav�a estamos en la carne, los creyentes en Cristo tenemos el Esp�ritu de Dios en nuestro interior (1 Juan 4:13). La pregunta que nos debemos hacer es �a qui�n le daremos el control de nuestras vidas, a la carne o al Esp�ritu (Romanos 13:14; 1 Pedro 2:11; 1 Juan 2:15-16)?