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Pregunta: “�Qu� dice la Biblia sobre la pureza?”
Respuesta:
La pureza es la ausencia de todo lo que contamina. La pureza es la cualidad de que no hay defectos, ni errores, ni adulteraciones. El agua pura est� libre de cualquier otra sustancia. El oro puro ha sido refinado hasta tal punto que toda la escoria ha sido eliminada. Y una vida pura es aquella en la que el pecado ya no determina las elecciones que hace la persona.
La pureza es importante para Dios, quien es el �nico verdaderamente puro. A menudo, la pureza se utiliza en las Escrituras como un medio para comunicar la santidad o la perfecci�n. Cuando Mois�s estaba construyendo el tabern�culo, Dios especific� que el candelabro y otros art�culos dentro del Lugar Santo fueran hechos “de oro puro” (�xodo 25:31; cf. 37:2, 16). El aceite utilizado en el tabern�culo deb�a ser puro, al igual que el incienso (Lev�tico 24:2, 7). El Se�or tiene ojos “puros” (Habacuc 1:13) y habla palabras “puras” (Salmo 12:6). Se describe a la Nueva Jerusal�n como una “ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio” (Apocalipsis 21:18).
Cuando Dios cre� los cielos y la tierra (G�nesis 1-2), todo era puro. No hab�a muerte, decadencia, contaminaci�n o pecado. Dios crea cosas puras porque �l es puro. En �l, no hay confusi�n, contradicci�n o transigencia. Todo lo que hace es bueno (Salmo 18:30; 145:17). Cre� a los seres humanos para que reflejaran Su imagen y vivieran en comuni�n pura e ininterrumpida con �l (G�nesis 1:27). Sin embargo, el pecado es la causa de la corrupci�n de la pureza (Salmo 14:3). La impureza se menciona a menudo como uno de los factores que nos alejan de la presencia de Dios (Colosenses 3:5-6; G�latas 5:19-21; 1 Corintios 6:9-10). La impureza hace que una persona o una naci�n no pueda entrar en la presencia de Dios (Josu� 3:5; Apocalipsis 21:27; Efesios 5:5; Santiago 4:8). Para tener comuni�n con un Dios santo, debemos reclamar la pureza que �l originalmente quiso para nosotros: “�Qui�n subir� al monte del Se�or? �Y qui�n estar� en su lugar santo? El limpio de manos y puro de coraz�n; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con enga�o” (Salmo 24:3-4).
En el Antiguo Testamento, la gente recuperaba la pureza sacrificando animales en la manera que Dios especificaba. Dios hab�a declarado que los purificar�a (Lev�tico 22:32) si guardaban todos Sus mandatos (Lev�tico 22:31), Sus d�as de reposo (Lev�tico 26:2) y Sus sacrificios (�xodo 8:27). El arrepentimiento y la fe en un Salvador venidero, demostrados en su obediencia a la ley, eran suficientes para que Dios declarara a las personas justas. En el Nuevo Testamento, la pureza se recupera al poner nuestra fe en el sacrificio perfecto del Se�or Jesucristo (Romanos 6:3-7). No podemos ser lo suficientemente puros por nuestra cuenta para ver a Dios (Romanos 3:23). Debemos tener la justicia de Cristo acreditada a nuestras cuentas (2 Corintios 5:21). Eso es lo que significa ser cristiano.
Con frecuencia, el t�rmino pureza se utiliza hoy en d�a en relaci�n con la sexualidad. La pureza sexual es estar libre de inmoralidad o perversi�n. La pureza est� estrechamente relacionada con la santidad, y aquellos que caminan en santidad se mantendr�n sexualmente puros: absteni�ndose antes del matrimonio y siendo mon�gamos dentro del matrimonio.
Cuando hemos nacido de nuevo mediante la fe en Jes�s (Juan 3:3), deseamos vivir en pureza (1 Pedro 1:15-16). Esa pureza no se limita a nuestra sexualidad, aunque eso es importante (Efesios 5:2; 1 Corintios 6:18). Dios desea que vivamos con pureza en las relaciones con los dem�s (Ezequiel 45:10; Lucas 6:31). La pureza debe definir nuestros pensamientos (2 Corintios 10:5), nuestras palabras (Efesios 4:29) y nuestras acciones (1 Corintios 10:31). Jes�s dijo: “Bienaventurados los de limpio coraz�n, porque ellos ver�n a Dios” (Mateo 5:8). Cuando nuestros corazones est�n contaminados con impurezas, no podemos experimentar la presencia de Dios ni o�r Su voz. Pero cuando nuestra afirmaci�n de justicia se basa en lo que Jes�s ha hecho (Tito 3:5), nos esforzaremos por abandonar el pecado (1 Juan 3:9) y viviremos con un coraz�n puro, disfrutando de la comuni�n con el Dios de la pureza.