Pregunta: “�Qu� dice la Biblia sobre la prosperidad?”

Respuesta:


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Pregunta: “�Qu� dice la Biblia sobre la prosperidad?”

Respuesta:
La prosperidad es un tema popular que se ha mezclado con el mensaje cristiano. Ya que suena tan prometedor, y hay vers�culos b�blicos que parecen apoyar la prosperidad, muchos maestros populares han sustituido la ense�anza de la prosperidad por las sanas doctrinas del arrepentimiento, la cruz y la realidad del infierno. Es tan fuerte nuestro deseo de ser pr�speros que nos sentimos atra�dos por esta ense�anza al igual que lo har�a una polilla al fuego. La promesa de prosperidad, unida a la espiritualidad, ofrece esperanza, ayuda financiera y una relaci�n con Dios, todo al mismo tiempo. Los predicadores de la prosperidad tambi�n nos dicen lo que queremos creer. La idea de la predicaci�n de la prosperidad o la ense�anza de la Palabra de Fe es que, como Dios es bueno, quiere que Sus hijos prosperen en salud, riqueza y felicidad. Y como �l es rico, puede hacer que esto suceda. Puede resultar dif�cil separar los hechos b�blicos de la ficci�n creada por el hombre. �Qu� ense�a realmente la Biblia sobre la prosperidad?

Debemos empezar por reconocer que toda la creaci�n pertenece a Dios (Salmo 50:12). �l es el due�o de todo, y �l decide lo que hace con ello (Isa�as 45:9; Jerem�as 18:6-10). Tambi�n sabemos que �l es bueno y desea darnos cosas buenas (1 Cr�nicas 16:34; Salmo 100:5). El mayor regalo que Dios ya ha dado: Su propio Hijo, Jes�s (2 Corintios 9:15; Juan 3:16-18). Cuando recibimos ese regalo y aceptamos el gran honor de ser adoptados en la familia de Dios, el Creador se convierte en nuestro Padre (Romanos 8:15). �l nos ama como a Sus propios hijos amados. De la misma manera que un padre terrenal desea que sus hijos prosperen en muchos aspectos, Dios tambi�n lo hace. As� como a los padres terrenales les gusta dar a sus hijos buenos regalos, a nuestro Padre celestial le gusta darnos buenos regalos (Mateo 7:11). Como hijos suyos, esperamos que cuide de nosotros (Filipenses 4:19).

Es verdad que Dios quiere que Sus hijos sean pr�speros, pero �de qu� manera? El concepto popular de prosperidad va m�s all� de lo que ense�a la Biblia. Los maestros de la prosperidad se centran principalmente en el aqu� y ahora, buscando la riqueza como “prueba” de la bendici�n de Dios. A�aden un par de vers�culos b�blicos fuera de contexto a su propaganda y la denominan ense�anza b�blica. Sin embargo, es posible que el deseo de Dios de que prosperemos no incluya para nada la riqueza material. Primera Timoteo 6:9 advierte: “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentaci�n y lazo, y en muchas codicias necias y da�osas, que hunden a los hombres en destrucci�n y perdici�n”. Hay diferentes clases de prosperidad, de las cuales la prosperidad material o financiera es s�lo una. Para Dios, otros tipos de prosperidad pueden ser mucho m�s importantes.

Muchas veces, Dios no puede confiarnos la prosperidad material porque har�amos de ella un �dolo. Jes�s dijo: “�Cu�n dif�cilmente entrar�n en el reino de Dios los que tienen riquezas!” (Lucas 18:24). En poco tiempo, la riqueza se apodera de nosotros y nos promete una seguridad que no puede cumplir. La prosperidad puede convertirse en un sustituto del verdadero objetivo de buscar a Dios y Su justicia (ver Mateo 6:33). Dios, como buen Padre, puede negarnos lo que pedimos a gritos, prefiriendo darnos lo que realmente necesitamos. �l tiene en mente nuestro beneficio eterno, no nuestra comodidad a corto plazo (Lucas 12:33-34).

En las ense�anzas sobre la prosperidad tambi�n hay un error al incluir la idea de que la cruz de Cristo resolvi� todas nuestras dolencias f�sicas y mentales. Si la expiaci�n de Jes�s provee la sanidad f�sica y la prosperidad ahora, entonces debemos esperar vivir una larga y pr�spera vida libre de toda enfermedad, aflicci�n y dolencia. Sin embargo, la expiaci�n de Cristo no nos proporciona una prosperidad f�sica y terrenal, sino una prosperidad espiritual y celestial. Algunos de los siervos m�s leales de Dios sufrieron dolencias f�sicas que no fueron curadas milagrosamente (Filipenses 2:24-28; 1 Timoteo 5:23). Adem�s, muchos creyentes a lo largo de la historia fueron encarcelados, torturados y finalmente asesinados. “Anduvieron de ac� para all� cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados;…errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra” (Hebreos 11:37-38). La iglesia primitiva no sab�a nada de la popular ense�anza de la prosperidad de hoy en d�a. Puede que no fueran pr�speros en riquezas y tierras, pero prosperaban en generosidad, en amor y en comuni�n con Cristo y entre ellos (1 Corintios 1:5; 2 Corintios 6:10; 9:11).

Lo que Dios quer�a para este mundo era la perfecci�n (G�nesis 1:31). Lo cre� perfecto, deseaba que disfrut�ramos de vidas perfectas y de una perfecta comuni�n con �l, y su intenci�n era que la prosperidad fuera una forma de vida. No obstante, el pecado corrompi� ese plan perfecto, y ahora la prosperidad, la salud y una existencia sin problemas son imposibles para muchos y ef�meros para el resto (Romanos 5:12; G�nesis 3). Dios ofrece prosperidad m�s all� de toda explicaci�n, pero puede que no llegue durante nuestra corta estad�a terrenal. Para muchos, la plena realizaci�n de la restauraci�n de Dios s�lo se experimentar� cuando dejemos este mundo y entremos en Su presencia por la eternidad. Hebreos 11 enumera docenas de siervos fieles del Se�or que uno podr�a esperar que hayan vivido pr�speramente debido a su fidelidad. Sin embargo, los vers�culos 39 y 40 dicen esto: “Y todos estos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros”. Cada hijo de Dios, comprado con la sangre de Jesucristo, experimentar� la prosperidad m�s all� de lo que podamos imaginar por toda la eternidad (1 Corintios 2:9). Mientras tanto, caminamos por fe.

Romanos 8:17-18 lo promete: “Y si hijos, tambi�n herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con �l, para que juntamente con �l seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”. Ser coherederos con Cristo significa que para siempre disfrutaremos de todo lo que Dios posee. Ninguna prosperidad terrenal puede compararse con eso.

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