Pregunta: “�Qu� dice la Biblia sobre la envidia?”

Respuesta:


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Pregunta: “�Qu� dice la Biblia sobre la envidia?”

Respuesta:

Una simple definici�n de envidia es “querer lo que pertenece a otro”. Una descripci�n m�s completa de la envidia es “un anhelo rencoroso e insatisfecho por las pertenencias, la posici�n, el patrimonio, los logros o el �xito de otra persona”. La Biblia dice que la envidia es un acto de la carne, el resultado del pecado humano: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicaci�n, inmundicia, lascivia, idolatr�a, hechicer�as, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herej�as, envidias, homicidios, borracheras, org�as, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredar�n el reino de Dios” (G�latas 5:19-21; ver tambi�n Romanos 1:29; 1 Pedro 2:1-2).

La envidia y los celos est�n estrechamente relacionados y a veces se utilizan como sin�nimos, aunque no son del todo iguales. La envidia es una reacci�n a la falta de algo que otra persona posee. Los celos son una reacci�n al miedo o la amenaza de perder algo, o muchas veces a alguien, que nosotros poseemos. La envidia es la angustia o el resentimiento que sentimos cuando otros tienen lo que nosotros no tenemos. Los celos son la sensaci�n de temor o sospecha que sentimos cuando nos pueden quitar lo que tenemos. Puede haber celos buenos (ver 2 Corintios 11:2), aunque la Biblia nunca habla de la envidia de forma positiva.

Otra palabra en la Biblia que se relaciona mucho con la envidia es codicia. Codiciar es tener un deseo excesivo de poseer lo que pertenece a otro. Aunque normalmente se relaciona con art�culos tangibles como la propiedad, la codicia es un deseo intenso o ego�sta que pone en peligro los derechos fundamentales de los dem�s (�xodo 20:17; Josu� 7:21).

El primer caso de envidia en la Biblia aparece en la historia de Ca�n y Abel. Ca�n, el hermano mayor, mat� a Abel por envidia porque Dios vio con buenos ojos el sacrificio del hermano menor pero no acept� la ofrenda de Ca�n (G�nesis 4:3-5). Posteriormente, Esa� envidi� a su hermano Jacob por la bendici�n que le hab�a dado su padre Isaac (G�nesis 27:41). Raquel envidiaba a su hermana porque Lea dio a luz a los hijos de Jacob mientras Raquel segu�a sin tener hijos (G�nesis 30:1). Sa�l envidiaba a David por su �xito en la batalla y su popularidad entre el pueblo (1 Samuel 15:6-16). Los l�deres jud�os mandaron arrestar a Jes�s porque sent�an envidia (Marcos 15:10).

La Biblia describe claramente los efectos devastadores de la envidia. Cuando se deja crecer en el coraz�n, la Biblia dice que la envidia conduce a la muerte espiritual, emocional y f�sica: “El coraz�n apacible es vida de la carne; mas la envidia es carcoma de los huesos” (Proverbios 14:30). Y en Santiago 3:14-16, encontramos una severa advertencia sobre el pecado de la envidia: “Pero si ten�is celos amargos y contenci�n en vuestro coraz�n, no os jact�is, ni mint�is contra la verdad; porque esta sabidur�a no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diab�lica. Porque donde hay celos y contenci�n, all� hay perturbaci�n y toda obra perversa”.

La envidia es un tema del coraz�n. Jes�s ense�� que la pureza y la santidad provienen del interior de la persona y no de las acciones externas (Marcos 7:14-15). La envidia es uno de los muchos vicios internos o actitudes del coraz�n que contaminan a una persona: “Lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del coraz�n de los hombres, salen los malos pensamientos…el enga�o, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Marcos 7:20-23).

Primera de Corintios 13:4 dice: “El amor no tiene envidia”. Si tenemos envidia de nuestros hermanos y hermanas en Cristo, entonces no los amamos. El amor de Cristo est� libre de ambiciones y deseos ego�stas (Filipenses 2:3-8). Los cristianos est�n llamados a renunciar a la envidia: “Desechando, pues, toda malicia, todo enga�o, hipocres�a, envidias, y todas las detracciones” (1 Pedro 2:1). �C�mo lo hacemos? Los creyentes en Jesucristo han muerto al pecado y han sido vivificados por el Esp�ritu de Dios (G�latas 2:20; Colosenses 3:3; Romanos 6:7-11). En este sentido, contin�a la lucha entre la naturaleza pecaminosa y el Esp�ritu, pero los cristianos tienen poder a trav�s del Esp�ritu Santo que mora en ellos para fortalecerlos en la lucha.

Pablo ense�� en G�latas 5:16-26 que, si caminamos por el Esp�ritu, vivimos por el Esp�ritu, nos mantenemos en sinton�a con el Esp�ritu, y nuestras vidas dar�n el fruto del Esp�ritu: “Si vivimos por el Esp�ritu, andemos tambi�n por el Esp�ritu. No nos hagamos vanagloriosos, irrit�ndonos unos a otros, envidi�ndonos unos a otros” (vers�culos 25-26).

La ra�z de la envidia es un coraz�n insatisfecho. Experimentamos la envidia cuando no podemos tener lo que nuestro coraz�n desea. Todav�a no hemos aprendido el secreto del contentamiento (Filipenses 4:10-13), que consiste en deleitarse en el Se�or. La manera m�s efectiva de evitar la envidia es confiar en el Se�or y deleitarse en �l: “Conf�a en el Se�or, y haz el bien; y habitar�s en la tierra, y te apacentar�s de la verdad. Del�itate asimismo en el Se�or, y �l te conceder� las peticiones de tu coraz�n. Encomienda al Se�or tu camino, y conf�a en �l; y �l har�. Exhibir� tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediod�a” (Salmo 37:3-6).

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