Pregunta: “�Qu� dice la Biblia sobre la culpa?”

Respuesta:


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Pregunta: “�Qu� dice la Biblia sobre la culpa?”

Respuesta:
La culpa es el resultado de haber violado una norma o ley en particular. Cuando cruzamos una l�nea moral, �tica o legal, somos culpables. Esto es as�, aunque no sepamos que hemos cruzado una l�nea. La culpa es sobre todo un estado o una condici�n, no un sentimiento. De acuerdo a la Biblia, todos somos culpables en la presencia de Dios (Romanos 3:10, 23). El hecho de que una persona no se “sienta culpable” no afecta a su condici�n de culpable legal o moralmente.

Desde el momento en que Ad�n y Eva infringieron la ley de Dios de no comer el fruto prohibido, la culpa entr� en la historia de la humanidad (G�nesis 3). Con esa culpa lleg� un sentimiento de culpabilidad. Sab�an que hab�an violado una ley espec�fica. Eran culpables y se sent�an culpables. Dios mostr� Su plan con el fin de cubrir la culpa humana con el derramamiento de sangre inocente (G�nesis 3:21; cf. Hebreos 9:22). Lo que Dios hizo en el jard�n fue una imagen de lo que har�a miles de a�os despu�s para cubrir la culpa de todos los que conf�an en Su Hijo unig�nito (Juan 1:12; 3:16-18; Romanos 10:9-10).

Los sentimientos de culpa son �tiles cuando nos impulsan al arrepentimiento. Sin embargo, Satan�s tambi�n puede utilizar los sentimientos de culpa para alejarnos de Dios. Segunda de Corintios 7:10 dice: “Porque la tristeza que es seg�n Dios produce arrepentimiento para salvaci�n, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte”. La culpa de este mundo est� llena de condenaci�n y desesperanza. Nos dice que somos malos y que nada nos har� lo suficientemente buenos. Nos miente sobre el car�cter de Dios, insistiendo en que debemos tratar de ganarnos el favor de un Dios que nunca lo dar�. El dolor mundano ronda por nuestras cabezas y contamina nuestras actitudes hacia Dios.

Los incr�dulos son culpables ante Dios porque no han confiado en Cristo como Salvador (Juan 3:18-19). Los incr�dulos que experimentan sentimientos de culpa deben dejar que esos sentimientos los lleven hacia el �nico que puede absolverlos: Jesucristo. Sus sentimientos de culpa son precisos y est�n dise�ados para crear en ellos un deseo de perd�n. Los creyentes -hijos de Dios que han confiado en la muerte y resurrecci�n de Cristo para su salvaci�n- han sido declarados inocentes ante Dios (Romanos 8:1). Hemos sido justificados (Romanos 5:1). Dios ha puesto todo nuestro pecado sobre Su propio Hijo (2 Corintios 5:21). Dios ha tomado la justicia de Cristo y nos la ha otorgado. Ese intercambio divino garantiza nuestra aceptaci�n por parte de Dios y la vida eterna con �l (2 Corintios 5:18-19; Romanos 5:9-10). Cuando fallamos, tenemos la promesa de Dios de que, si le confesamos nuestros pecados, nos perdonar� y borrar� todo rastro de culpa (1 Juan 1:9).

Muchos luchan con la falsa culpa. Son perdonados, pero todav�a se sienten culpables. Se sienten atrapados en la culpa. Pueden pensar: “S� que Dios me ha perdonado, pero no puedo perdonarme a m� mismo”. Han orado, han confesado su pecado y creen que Dios les ha concedido el perd�n gracias a Jes�s. Sin embargo, contin�an castig�ndose a s� mismos. La raz�n de la falsa culpa puede no ser la que pensamos. Satan�s susurra en nuestras almas que no merecemos el perd�n completo hasta que le demostremos a Dios lo arrepentidos que estamos. Debemos seguir llevando la carga de la verg�enza; la merecemos. Satan�s dice que no somos dignos de aceptar el perd�n de Dios hasta que nos hayamos castigado a nosotros mismos. Y luego miente un poco m�s, dici�ndonos que, si nos aferramos a la culpa, estamos siendo humildes.

Es todo lo contrario. Al aferrarnos a los sentimientos de culpa despu�s de haber sido perdonados, estamos siendo orgullosos. La humildad acepta con gratitud un perd�n que nunca se puede ganar y vive para demostrar ese agradecimiento. El orgullo dice: “Dios puede perdonarme, pero mi est�ndar es m�s alto que el de Dios. Lo que Jes�s hizo en la cruz puede ser suficiente para cubrir otros pecados, pero no el m�o. Debo ayudar a Jes�s a pagar por este pecado castig�ndome a m� mismo. Seguir� cargando con mi verg�enza hasta que crea que he pagado por ella”. Al aferrarnos a la falsa culpa, ofendemos el sacrificio de Cristo insinuando que Su muerte en la cruz no fue lo suficientemente poderosa como para cubrir todos los pecados. La falsa culpa puede impedirnos crecer hasta convertirnos en los cristianos maduros que Dios quiere que seamos.

Los verdaderos sentimientos de culpa nos mantienen humildes al reconocer que nadie puede ser lo suficientemente bueno para ganarse el favor de Dios. El reconocimiento de la culpa deber�a impulsarnos a recibir con gratitud todo lo que Dios ha hecho en nuestro favor. La verdadera culpa nos impulsa hacia Dios; la falsa culpa nos aleja. La falsa culpa ve el fracaso como una sentencia de por vida; la verdadera culpa ve el fracaso como otra oportunidad para experimentar m�s de la misericordia y la gracia de Dios. La verdadera culpa se borra con el arrepentimiento y la restauraci�n; la falsa culpa sigue aferr�ndose a nosotros incluso despu�s de habernos arrepentido. Cuando aprendemos a reconocer la diferencia, la culpa no tiene por qu� dominar nuestras vidas.

Dios pag� un alto precio para que pudi�ramos caminar en libertad (2 Corintios 9:15). La justificaci�n anula la culpa. Para los que est�n en Cristo, los sentimientos de culpa pueden ser una llamada de atenci�n de que algo no est� bien, y tenemos la oportunidad de confesar nuestro pecado y apartarnos de �l. Los sentimientos de culpa son simplemente una herramienta que Dios utiliza para revelar el pecado. Cuando no hay pecado, es porque el enemigo utiliza la culpa y hay que renunciar a ella. No fuimos dise�ados para cargar con la culpa; Jes�s lo hizo por nosotros (Colosenses 2:14; 1 Pedro 2:24). Gracias a Cristo, podemos caminar en la luz y no volver a sufrir la carga de la culpa.

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