Pregunta: “�Por qu� tengo que afrontar las consecuencias del pecado de Ad�n si no com� el fruto?”

Respuesta:


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Pregunta: “�Por qu� tengo que afrontar las consecuencias del pecado de Ad�n si no com� el fruto?”

Respuesta:
La Biblia dice: “Por tanto, como el pecado entr� en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, as� la muerte pas� a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12). Fue a trav�s de Ad�n que el pecado entr� en el mundo. Cuando Ad�n pec�, inmediatamente muri� espiritualmente -su relaci�n con Dios se rompi�- y tambi�n comenz� a morir f�sicamente -su cuerpo comenz� el proceso de envejecer y morir-. Desde ese momento, cada persona que nace hereda la naturaleza pecaminosa de Ad�n y sufre las mismas consecuencias de muerte espiritual y f�sica.

Nacemos f�sicamente vivos, pero espiritualmente muertos. Por eso Jes�s le dijo a Nicodemo: “es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7). El nacimiento f�sico nos proporciona una naturaleza humana pecadora; el renacimiento espiritual nos proporciona una nueva naturaleza, “creado seg�n Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:24).

Puede parecer injusto cargar con la naturaleza pecaminosa de Ad�n, pero es coherente con otros aspectos de la propagaci�n humana. Heredamos algunas caracter�sticas f�sicas de nuestros padres, tales como el color de los ojos, y tambi�n heredamos algunas de sus caracter�sticas espirituales. �Por qu� la transmisi�n de los rasgos espirituales deber�a ser diferente de la transmisi�n de los rasgos f�sicos? Podemos quejarnos por tener los ojos marrones cuando quer�amos tenerlos azules, pero nuestro color de ojos es simplemente una cuesti�n de gen�tica. De la misma manera, tener una naturaleza pecaminosa es una cuesti�n de “gen�tica espiritual”; es una parte natural de la vida.

No obstante, la Biblia dice que somos pecadores tanto por obra como por naturaleza. Somos pecadores por partida doble: pecamos porque somos pecadores (elecci�n de Ad�n), y somos pecadores porque pecamos (nuestra elecci�n). “Por cuanto todos pecaron, y est�n destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Somos m�s que pecadores potenciales; somos pecadores practicantes. “Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atra�do y seducido” (Santiago 1:14). Un conductor ve la se�al de l�mite de velocidad; excede el l�mite; recibe una multa. No puede culpar a Ad�n por ello.

“No com� el fruto”. Es cierto, pero la Escritura dice que todos nosotros, individualmente y como raza humana, fuimos representados por Ad�n. “En Ad�n todos mueren” (1 Corintios 15:22). Un diplom�tico que habla en las Naciones Unidas puede hacer o decir cosas que muchos de sus compatriotas desaprueban, pero sigue siendo el diplom�tico: es el representante oficialmente reconocido de ese pa�s.

El principio teol�gico de que un hombre representa a su descendencia se llama “jefatura federal”. Ad�n fue el primer ser humano creado. Estaba a la “cabeza” de la raza humana. Fue colocado en el jard�n para actuar no s�lo por s� mismo, sino por toda su descendencia. Todas las personas que han nacido ya estaban “en Ad�n”, representadas por �l. El concepto de jefatura federal se ense�a claramente en otras partes de la Escritura: “Y por decirlo as�, en Abraham pag� el diezmo tambi�n Lev�, que recibe los diezmos; porque a�n estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le sali� al encuentro” (Hebreos 7:9-10). Lev� naci� varios siglos despu�s de que viviera Abraham, y sin embargo pag� los diezmos a Melquisedec “por medio de Abraham”. Abraham era la cabeza federal del pueblo jud�o, y sus acciones representaban las futuras doce tribus y el sacerdocio lev�tico.

“No com� el fruto”. Es cierto, pero todo pecado tiene consecuencias m�s all� de la fechor�a inicial. “Ning�n hombre es una isla, por completo”, escribi� John Donne. Esta verdad puede aplicarse espiritualmente. El pecado de David con Betsab� afect� por supuesto a David, pero tambi�n tuvo un efecto domin� que afect� a Ur�as, al hijo no nacido de David, al resto de la familia de David, a toda la naci�n e incluso a los enemigos de Israel (2 Samuel 12:9-14). El pecado siempre tiene efectos indeseables en los que nos rodean. Las repercusiones del trascendental pecado de Ad�n se siguen sintiendo.

“No com� el fruto”. Es cierto que no estabas f�sicamente presente en el verdadero Jard�n del Ed�n con el jugo de la fruta prohibida ensuciando los bordes de tu condenada boca. Con todo, la Biblia parece indicar que, si hubieras estado all� en lugar de Ad�n, habr�as hecho lo mismo que �l. Como se dice, “de tal palo tal astilla”.

Que nos parezca o no “justo” que se nos impute el pecado de Ad�n realmente no importa. Dios dice que hemos heredado la naturaleza pecaminosa de Ad�n, y �qui�nes somos nosotros para discutir con Dios? Adem�s, somos pecadores por m�ritos propios. Nuestro propio pecado probablemente hace que Ad�n parezca un puritano en comparaci�n.

Aqu� est�n las buenas noticias: Dios ama a los pecadores. De hecho, ha actuado para derrotar nuestra naturaleza pecaminosa enviando a Jes�s para pagar por nuestros pecados y ofrecernos Su justicia (1 Pedro 2:24). Jes�s tom� sobre s� la muerte que era nuestro castigo, “para que nosotros fu�semos hechos justicia de Dios en �l” (2 Corintios 5:21). Observa las palabras “en �l”. Nosotros, que antes est�bamos en Ad�n, ahora podemos estar en Cristo por la fe. Cristo es nuestra nueva cabeza, y “en Cristo todos ser�n vivificados” (1 Corintios 15:22).

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