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Pregunta: “�Es la tentaci�n un pecado? �Es pecado ser tentado?”
Respuesta:
La tentaci�n, por su propia naturaleza, est� mal. La ley moral de Dios est� escrita en el coraz�n de cada ser humano (Romanos 1:20), y cuando se presenta una tentaci�n pecaminosa, nuestra conciencia percibe inmediatamente el peligro. Sin embargo, la tentaci�n en s� no es el pecado. Jes�s fue tentado (Marcos 1:13; Lucas 4:1-13), pero nunca pec� (Hebreos 4:15). El pecado surge cuando manejamos mal la tentaci�n.
Hay dos maneras en las que somos tentados: Satan�s y nuestra propia carne pecaminosa. Hechos 5 nos ofrece un ejemplo de alguien tentado por Satan�s. Anan�as y su esposa, Safira, queriendo parecer m�s espirituales de lo que realmente eran, mintieron a los ap�stoles y fingieron que estaban dando como ofrenda el precio total de una propiedad que hab�an vendido. Pedro los confront�: “Y dijo Pedro: Anan�as, �por qu� llen� Satan�s tu coraz�n para que mintieses al Esp�ritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?” (vers�culo 3). En este caso, Pedro sab�a que la tentaci�n de mentir hab�a venido de Satan�s. Tanto Anan�as como su esposa cedieron a esa tentaci�n (vers�culos 7-10). La traici�n de Jes�s por parte de Judas Iscariote tambi�n se atribuye a la influencia de Satan�s (Lucas 22:3; Juan 13:2).
En �ltima instancia, puesto que Satan�s es el “dios de este mundo” (2 Corintios 4:4) y el padre de la mentira (Juan 8:44), todo el mal se origina en �l. Sin embargo, nuestra propia naturaleza ego�sta es una aliada de Satan�s. No necesitamos que Satan�s nos incite a tener ideas pecaminosas. Santiago 1:13-14 dice: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni �l tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atra�do y seducido”.
Aunque deseemos hacer el bien, todos somos tentados. Nadie est� exento de ello, ni siquiera alguien como el ap�stol Pablo. �l comparti� su propia lucha de la carne contra el esp�ritu cuando escribi� en Romanos 7:22-23: “Porque seg�n el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que est� en mis miembros”.
La tentaci�n no es pecaminosa en s� misma. Se convierte en pecado cuando permitimos que la tentaci�n se transforme en acci�n, incluso en nuestra mente. La lujuria, por ejemplo, es pecado, aunque nunca se lleve a cabo (Mateo 5:28). La codicia, el orgullo, la avaricia y la envidia son pecados del coraz�n; aunque no sean evidentes para nadie m�s, siguen siendo pecado (Romanos 1:29; Marcos 7:21-22). Cuando cedemos a la tentaci�n de albergar tales pensamientos, �stos echan ra�ces en nuestro coraz�n y nos contaminan (Mateo 15:18-19). Cuando cedemos a la tentaci�n, sustituimos el fruto del Esp�ritu por el de la carne (Efesios 5:9; G�latas 5:19-23). Y, muchas veces, lo que primero fue un pensamiento se convierte en acci�n (ver Santiago 1:15).
La mejor defensa para no ceder a la tentaci�n es huir a la primera sugerencia. Jos� es un gran ejemplo de alguien que no permiti� que la tentaci�n se convirtiera en pecado (G�nesis 39:6-12). Aunque fue tentado a pecar sexualmente, no le dio tiempo a la tentaci�n para que echara ra�ces. Utiliz� las piernas que Dios le dio y huy� f�sicamente. En lugar de quedarse en una situaci�n potencialmente peligrosa y tratar de hablar, razonar, justificar, explicar o debilitar de alguna manera su decisi�n, Jos� se fue. La tentaci�n no fue pecado para �l porque la enfrent� de una manera que honra a Dios. Podr�a haberse convertido f�cilmente en pecado si Jos� se hubiera quedado e intentado superar la tentaci�n con sus propias fuerzas.
Romanos 13:13-14 nos da una pauta para evitar situaciones que pueden llevar a la tentaci�n. “Andemos como de d�a, honestamente; no en glotoner�as y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vest�os del Se�or Jesucristo, y no prove�is para los deseos de la carne”. Si determinamos “no hacer provisi�n para la carne”, nos mantendremos alejados de situaciones que puedan resultar demasiado tentadoras. Cuando nos ponemos en situaciones en las que sabemos que seremos tentados, estamos buscando problemas. Dios promete proporcionar una “v�a de escape” cuando seamos tentados (1 Corintios 10:13), pero a menudo esa v�a es evitar la situaci�n por completo. “Huye tambi�n de las pasiones juveniles” (2 Timoteo 2:22). Jes�s nos ense�� a orar: “Y no nos metas en tentaci�n” (Lucas 11:4), sin embargo, tenemos la responsabilidad de prestar atenci�n a la direcci�n en la que Dios nos gu�a y evitar la tentaci�n siempre que podamos.