Pregunta: “�Cu�l es la forma correcta para tratar con el pecado en mi vida?”

Respuesta:


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Pregunta: “�Cu�l es la forma correcta para tratar con el pecado en mi vida?”

Respuesta:
La forma correcta para tratar el pecado es confesarlo a Dios y abandonarlo. Cada uno de estos dos pasos b�sicos amerita una observaci�n m�s detallada:

En primer lugar, la confesi�n es la forma adecuada de tratar el pecado. Naturalmente, para confesar nuestro pecado debemos reconocer que lo que hemos hecho (o dejado de hacer) es pecaminoso. Todo el mundo ha pecado, al igual que los creyentes en Cristo. El ap�stol Juan, escribiendo a los creyentes, dijo: “Si decimos que no tenemos pecado, nos enga�amos a nosotros mismos, y la verdad no est� en nosotros” (1 Juan 1:8).

“Confesar” es “estar de acuerdo”. Para manejar correctamente el pecado en nuestras vidas, debemos estar de acuerdo con Dios sobre nuestro comportamiento; si la Biblia llama “pecado” a algo que hemos estado haciendo, entonces tambi�n debemos llamarlo “pecado”. En nuestra confesi�n, debemos ser lo suficientemente valientes para ser completamente honestos ante el Se�or. Debemos comenzar confesando todo pecado conocido y luego pedirle al Se�or que nos revele cualquier otro pecado que haya que confesar. “Exam�name, oh Dios, y conoce mi coraz�n; pru�bame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en m� camino de perversidad, y gu�ame en el camino eterno” (Salmo 139:23-24). B�blicamente, nuestra confesi�n se hace a Dios, no a un sacerdote. Jes�s es nuestro mediador (1 Timoteo 2:5).

Cuando tratamos debidamente el pecado a trav�s de la confesi�n, tenemos esta promesa: “Si confesamos nuestros pecados, �l es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). Esta promesa era alentadora para la gente a la que Juan escrib�a en el siglo I d.C., y es alentadora para nosotros hoy. Es el coraz�n del Evangelio. Jes�s est� sentado a la derecha de Dios Padre, una posici�n de poder e influencia. �l intercede por los que son suyos, que lo son por gracia a trav�s de la fe. Cuando alguien que est� en Cristo peca, es como si Jes�s dijera a su Padre: “He pagado por ese pecado”. El Padre nos perdona sobre la base del sacrificio de Jes�s en la cruz. �l es fiel al hacerlo, de acuerdo con Su promesa; y es justo al hacerlo, porque Jes�s ya ha pagado el precio del pecado.

En segundo lugar, abandonar el pecado es la forma adecuada de tratar el pecado. Cuando Jes�s perdon� a la mujer sorprendida en el adulterio, le dijo: “Vete y no peques m�s” (Juan 8:11). Vete – esa es la palabra de perd�n y liberaci�n. No peques m�s: ese es el mandato de Dios para vivir una vida santa.

No podemos afirmar seriamente que estamos tratando adecuadamente el pecado si nos negamos a dejarlo. Si encontramos una serpiente venenosa dentro de la casa, no jugamos con ella; la sacamos del lugar. Si descubrimos un c�ncer en nuestro cuerpo, no seguimos como siempre, sino que comenzamos un programa de tratamiento intenso para lograr un estado de salud sano. Y si nos damos cuenta del pecado en nuestras vidas, hacemos todo lo posible para cambiar nuestro comportamiento para agradar al Se�or.

Para lidiar con el pecado de manera adecuada, no s�lo debemos abandonar el pecado, sino que tambi�n debemos buscar la restituci�n de nuestros males, cuando sea posible. Zaqueo es un buen ejemplo de esto (Lucas 19:8). Tambi�n debemos tomar medidas para no volver a caer en la misma trampa. Esto significa establecer nuevos h�bitos, frecuentar lugares diferentes y evitar a ciertas personas: “El hombre de muchos amigos se arruina” (Proverbios 18:24). Debemos hacer caso al mandato de Dios: “Vest�os de toda la armadura de Dios, para que pod�is estar firmes contra las asechanzas del diablo” (Efesios 6:11).

Para tratar correctamente con el pecado, debemos seguir las directivas de la Palabra de Dios. Debemos “Velad y orad, para que no entr�is en tentaci�n” (Marcos 14:38). Y debemos ser sensibles a la gu�a del Esp�ritu Santo. Cuando �l est� contristado, es el momento de confesar nuestro pecado y abandonarlo (ver Efesios 4:30).

Cuando tratamos correctamente con el pecado en nuestra vida, nuestra vida cambiar�: “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Lucas 3:8). Viviremos en la confianza de que nuestros pecados, pasados, presentes y futuros, son perdonados en Cristo (Romanos 8:1). Alabaremos al Se�or de nuestra salvaci�n como Aquel que puede evitar que tropecemos (Judas 1:24-25). Confiaremos en que �l terminar� en nosotros la obra que comenz� (Filipenses 1:6).

Cuando tratamos correctamente el pecado en nuestras vidas, comprobaremos la verdad de Proverbios 28:13: “El que encubre sus pecados no prosperar�; mas el que los confiesa y se aparta alcanzar� misericordia.”

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