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Pregunta: “�Cu�l es el origen del pecado?”
Respuesta:
La eterna pregunta de d�nde y c�mo empez� el pecado ha sido explorada y debatida por algunas de las mentes m�s brillantes de la historia, sin embargo, nadie puede dar una respuesta completamente definitiva o satisfactoria. Algunos, citando a Isa�as 45:7, pretenden hacer que Dios sea el autor del pecado: “Que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo el Se�or soy el que hago todo esto”. La palabra maldad, del original hebreo rah, se traduce mejor como “calamidad”. El contexto de este pasaje se refiere a la soberan�a de Dios sobre los desastres naturales. Dios es soberano sobre todas las cosas (�xodo 4:11), pero no es el autor del pecado (1 Juan 1:5; cf. Santiago 1:13). �l odia el pecado (Proverbios 8:13). El mal moral se origin� en la criatura, no en el Creador.
Juan Calvino escribi�: “Y vio Dios todo lo que hab�a hecho, y he aqu� que era bueno en gran manera’ [G�nesis 1:31]. �De d�nde viene, pues, esta maldad del hombre, para que se aleje de su Dios? Para que no pensemos que proviene de la creaci�n, Dios hab�a puesto Su sello de aprobaci�n a lo que hab�a surgido de �l mismo. Por su propia mala intenci�n, entonces, el hombre corrompi� la naturaleza pura que hab�a recibido del Se�or; y en su ca�da arrastr� consigo a toda su descendencia a la destrucci�n. Por consiguiente, debemos considerar la causa evidente de la condenaci�n en la naturaleza corrupta de la humanidad – que se encuentra m�s cerca de nosotros – y no buscar una causa oculta y totalmente incomprensible en la predestinaci�n de Dios” [Institutos, 3:23:8]. En otras palabras, el pecado no formaba parte de la creaci�n original, ni fue decretado por la voluntad del Creador.
El primer hombre, Ad�n, pec�, y su transgresi�n sumi� a la humanidad en el pecado, aunque �ste no fue el origen del pecado. Ezequiel 28:13-15 habla en sentido figurado de Satan�s, que fue creado originalmente sin defecto, como lo fueron todas las cosas creadas por Dios. El vers�culo 15 nos da una pista sobre el origen del pecado: “Perfecto eras en todos tus caminos desde el d�a que fuiste creado, hasta que se hall� en ti maldad”. Isa�as 14:12-14 indica adem�s que Satan�s (Lucifer) pec� en su orgullo y su codicia del trono de Dios. Cuando se rebel� contra Dios, Satan�s fue expulsado del cielo (Ezequiel 28:15-17; cf. 1 Timoteo 3:6).
Esto nos lleva a la pregunta, �c�mo se manifest� el mal en una criatura perfecta? Puede ser conveniente mencionar que el mal no es una cosa creada, no es una criatura y no tiene un ente independiente. Adem�s, el mal no tiene una norma como la bondad; es una carencia, una deficiencia, una falta de la norma de la bondad perfecta de Dios. Todo pecado, por muy trivial que parezca, no alcanza la perfecci�n moral. Dios siempre es coherente con Su naturaleza perfecta (Deuteronomio 32:4). Todo pecado, por lo tanto, debe venir de la criatura, y el deseo de maldad surge del interior de la criatura (Santiago 1:14-15). El pecado se “hall�” en Lucifer debido a la elecci�n que hizo ese �ngel de buscar algo distinto a lo que Dios hab�a elegido para �l. Cada vez que buscamos algo “distinto” a la elecci�n de Dios, pecamos.
Decir que el pecado se origin� en las criaturas de Dios no significa que a Dios le sorprendiera o lo tomara por sorpresa. Aunque Dios no provoc� el pecado, ciertamente lo permiti� o no existir�a, ya que Dios es soberano sobre todas las cosas. Es cierto que podr�a haber evitado el pecado, pero eso habr�a significado despojar a Su creaci�n de su libre albedr�o (Daniel 4:17; cf. Salmo 33:10-11). Todos Sus caminos son buenos. “No hay ningunas tinieblas en �l” (1 Juan 1:5), y ahora mismo est� haciendo que todas las cosas obren para bien (Romanos 8:28; cf. Isa�as 46:9-10).
El misterio del mal y la raz�n por la que Dios ha permitido que exista, con todo el sufrimiento que causa, puede que nunca se conozca completamente en este mundo, sin embargo, las Escrituras aseguran que el mal es temporal. Una vez que el plan redentor de Dios haya culminado, Jesucristo habr� destruido la obra del diablo para siempre (1 Juan 3:8).