Pregunta: “�Cu�l deber�a ser la opini�n de un cristiano sobre los alcoh�licos? �Qu� dice la Biblia sobre los borrachos?”

Respuesta:


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Pregunta: “�Cu�l deber�a ser la opini�n de un cristiano sobre los alcoh�licos? �Qu� dice la Biblia sobre los borrachos?”

Respuesta:
El alcoholismo es s�lo una de las muchas adicciones que pueden tomar el control de la vida de alguien. Ya que sus efectos son obvios, la embriaguez puede parecer un pecado peor que otros. Sin embargo, la Biblia no hace tales distinciones. A menudo compara el pecado de la embriaguez con pecados que considerar�amos “menos importantes”, como la envidia y la ambici�n desmedida (G�latas 5:19; 1 Corintios 6:10). Es f�cil juzgar a alguien que se est� emborrachando, mientras se excusa en secreto los pecados del coraz�n que Dios considera igualmente repulsivos. La respuesta correcta es ver a las personas como Dios las ve y estar de acuerdo con �l en que todos somos pecadores que necesitamos ser salvos.

La Biblia es clara en cuanto a que la embriaguez es pecado (Isa�as 5:11; Proverbios 23:20-21; Habacuc 2:15). Proverbios 20:1 dice: “El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es sabio”. Efesios 5:18 dice: “No os embriagu�is con vino, en lo cual hay disoluci�n; antes bien sed llenos del Esp�ritu”. Es interesante que este vers�culo contrasta el poder del alcohol con el poder del Esp�ritu Santo. Est� diciendo que si queremos ser controlados por el Esp�ritu de Dios a la vez no podemos ser controlados por el alcohol. Los dos no pueden ser controlados simult�neamente. Cuando elegimos uno, eliminamos la influencia del otro. Como cristianos, debemos siempre “andar en el Esp�ritu” (G�latas 5:16, 25; Romanos 8:1, 14). As� que la embriaguez para un cristiano nunca es una opci�n bajo ninguna circunstancia porque no hay ninguna ocasi�n en la que no debamos andar en el Esp�ritu.

El alcoholismo es una forma de idolatr�a, como lo es cualquier adicci�n. Cualquier cosa que usemos aparte de Dios para satisfacer o sanar las necesidades profundas del coraz�n es un �dolo. Cuando dependemos de nosotros mismos, de alguien m�s o de algo m�s para satisfacer nuestras necesidades de valor, estima o importancia, hemos erigido un �dolo que toma el lugar del verdadero Dios en nuestras vidas. Dios lo ve as� y tiene palabras fuertes para los que adoran �dolos (�xodo 20:3; 34:14; 1 Juan 5:21; 1 Corintios 12:2). El alcoholismo es una elecci�n. Dios nos hace responsables de nuestras elecciones (Romanos 14:12; Eclesiast�s 11:9; Hebreos 4:13).

Los seguidores de Cristo deben esforzarse por amar a su pr�jimo como a s� mismos, independientemente de los problemas o adicciones que ese pr�jimo pueda tener (Mateo 22:29). Sin embargo, a diferencia de nuestra idea moderna que equipara el amor con la tolerancia, el verdadero amor no tolera ni excusa el mism�simo pecado que est� destruyendo a alguien (Santiago 5:20). Permitir o excusar la adicci�n al alcohol en alguien que amamos es participar t�citamente en su pecado.

Hay varias maneras en las que los cristianos pueden responder con el amor de Cristo a los alcoh�licos:

1. Podemos animar a las personas alcoh�licas que est�n en nuestras vidas a que busquen ayuda. Una persona que se encuentra en la trampa de la adicci�n necesita ayuda y rendir cuentas. Hay muchos programas de recuperaci�n Cristo-c�ntricos como Celebrate Recovery que est�n ayudando a miles de personas a liberarse de las cadenas de la adicci�n.

2. Podemos establecer l�mites para no consentir de ninguna manera la embriaguez. Minimizar las consecuencias que conlleva el abuso del alcohol no ayuda. A veces la �nica manera de que los adictos busquen ayuda es cuando llegan al l�mite de sus opciones.

3. Podemos tener cuidado de no hacer tropezar a otros si limitamos nuestro propio consumo de alcohol mientras estamos en presencia de quienes luchan contra �l (1 Corintios 8:9-13). Es por esta raz�n que muchos cristianos optan por abstenerse de todo consumo de alcohol para evitar cualquier apariencia de maldad (1 Tesalonicenses 5:22) y para no poner una piedra de tropiezo en el camino de un hermano. Debemos sopesar nuestra libertad frente a la posibilidad de hacer pecar a otros o de confundir a los incr�dulos que asocian el alcohol con sus propios estilos de vida pecaminosos.

Debemos mostrar compasi�n a todos, incluso a aquellos cuyas elecciones los han llevado a una fuerte adicci�n. Sin embargo, no hacemos ning�n favor a los alcoh�licos al excusar o justificar su adicci�n. Jes�s dijo que no podemos servir a dos se�ores (Lucas 16:13). Aunque el contexto de su declaraci�n es el dinero, el mismo principio se aplica a cualquier cosa que nos controle que no sea Dios. Debemos hacer todo lo que podamos para ayudar a las personas a liberarse de cualquier atadura de pecado para que puedan servir y adorar a Dios con todo su coraz�n.

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