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Pregunta: “�C�mo podemos acumular tesoros en el cielo?”
Respuesta:
Jes�s nos dijo: “haceos tesoros en el cielo” (Mateo 6:20). Relacion� este mandato con el deseo de nuestros corazones: “Porque donde est� vuestro tesoro, all� estar� tambi�n vuestro coraz�n” (Mateo 6:21; ver tambi�n los vers�culos 10-20).
La Biblia menciona las recompensas que esperan al creyente que sirve fielmente al Se�or en este mundo (Mateo 10:41). Se promete una “gran” recompensa a los que son perseguidos por causa de Jes�s. Se mencionan varias coronas (en 2 Timoteo 4:8, por ejemplo). Jes�s dice que �l traer� recompensas consigo cuando regrese (Apocalipsis 22:12).
Debemos atesorar al Se�or Jes�s por encima de todo. Cuando Jes�s es nuestro tesoro, comprometemos nuestros recursos -nuestro dinero, nuestro tiempo, nuestros talentos- a Su obra en este mundo. Nuestra motivaci�n para lo que hacemos es importante (1 Corintios 10:31). Pablo alienta a los siervos dici�ndoles que Dios tiene una recompensa eterna para aquellos que est�n motivados para servir a Cristo: “Y todo lo que hag�is, hacedlo de coraz�n, como para el Se�or y no para los hombres; sabiendo que del Se�or recibir�is la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Se�or serv�s.” (Colosenses 3:23-24).
Cuando vivimos con sacrificio por la causa de Jes�s o le servimos sirviendo al cuerpo de Cristo, acumulamos un tesoro en el cielo. Incluso los actos de servicio aparentemente peque�os no pasan desapercibidos para Dios. “Y cualquiera que d� a uno de estos peque�itos un vaso de agua fr�a solamente, por cuanto es disc�pulo, de cierto os digo que no perder� su recompensa” (Mateo 10:42).
Algunos con dones m�s visibles (v�ase 1 Corintios 12), tales como ense�ar, cantar o tocar un instrumento musical, podr�an tener la tentaci�n de utilizar su don para su propia gloria. Aquellos que usan sus talentos o dones espirituales deseando la alabanza de los hombres en lugar de buscar la gloria de Dios, reciben su “pago” en su totalidad aqu� y ahora. El aplauso de los hombres era lo que recib�an los fariseos (Mateo 6:16). Sin embargo, �por qu� debemos trabajar por los aplausos de los hombres, cuando podemos tener mucho m�s en el cielo?
El Se�or ser� fiel en recompensarnos por el servicio que le prestemos (Hebreos 6:10). Nuestros ministerios pueden ser diferentes, pero el Se�or al que servimos es el mismo. “Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibir� su recompensa conforme a su labor” (1 Corintios 3:8).
El joven rico gustaba m�s de su dinero que de Dios en Mateo 19:16-30, un hecho que Jes�s se�al�. El problema no era que el joven fuera rico, sino que “atesoraba” sus riquezas y no “atesoraba” lo que pod�a tener en Cristo. Jes�s le dijo al hombre que vendiera sus posesiones y diera a los pobres, “y tendr�s tesoro en el cielo; y ven y s�gueme” (vers�culo 21). El joven dej� a Jes�s triste, porque era muy rico. Escogi� el tesoro de este mundo y por eso no acumul� un tesoro en el cielo. No quiso hacer de Jes�s su tesoro. El joven era muy religioso, pero Jes�s puso al descubierto su coraz�n codicioso.
Se nos advierte que no debemos perder toda nuestra recompensa por seguir a los falsos maestros (2 Juan 1:8). Por eso es tan importante estar en la Palabra de Dios diariamente (2 Timoteo 2:15). As� podremos reconocer la falsa ense�anza cuando la oigamos.
Los tesoros que esperan al hijo de Dios superar�n con creces cualquier problema, inconveniente o persecuci�n que podamos enfrentar (Romanos 8:18). Podemos servir al Se�or de todo coraz�n, sabiendo que Dios es quien lleva la cuenta, y Su recompensa ser� abundantemente bondadosa. “Estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Se�or siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Se�or no es en vano” (1 Corintios 15:58).