Pregunta: “�C�mo debemos vivir nuestra vida a la luz de nuestra identidad en Cristo?”

Respuesta:


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Pregunta: “�C�mo debemos vivir nuestra vida a la luz de nuestra identidad en Cristo?”

Respuesta:
Nuestra identidad en Cristo es, ante todo, una identidad nueva. Somos nuevas creaciones en Cristo (2 Corintios 5:17). La identidad se define como “el aspecto colectivo del conjunto de caracter�sticas por las que se reconoce o conoce definitivamente una cosa”, de manera que nuestra nueva identidad en Cristo deber�a ser reconocible tanto para nosotros mismos como para los dem�s. Si estamos “en Cristo”, eso deber�a ser evidente, como tambi�n lo es estar “en el mundo”. Otra definici�n de identidad es “la cualidad o condici�n de ser lo mismo que otra cosa”. En el caso de nuestra identidad en Cristo, nuestras vidas deber�an indicar que somos lo mismo que Cristo. El nombre “cristianos” significa literalmente “seguidores de Cristo”.

En nuestra nueva identidad en Cristo, ya no somos esclavos del pecado (Romanos 6:6), sino que estamos reconciliados con Dios (Romanos 5:10). Esta nueva identidad cambia por completo nuestra relaci�n con Dios y con nuestras familias, as� como tambi�n cambia nuestra forma de ver el mundo. Nuestra nueva identidad en Cristo significa que tenemos la misma relaci�n que tiene Cristo con Dios: somos Sus hijos. Dios nos ha adoptado como hijos. Podemos llamarle “�Abba Padre!” (Romanos 8:15-16). Somos coherederos (G�latas 3:29) y amigos (Juan 15:15) de Cristo. Y esta relaci�n es a�n m�s fuerte que la que tenemos con nuestras familias terrenales (Mateo 10:35-37). En vez de temer a Dios como juez, tenemos el gran privilegio de acercarnos a �l como nuestro Padre. Podemos acercarnos a �l con confianza y pedirle lo que necesitamos (Hebreos 4:16). Podemos pedir Su gu�a y sabidur�a (Santiago 1:5) y sabemos que nada nos apartar� de �l (Romanos 8:38-39). Tambi�n descansamos en Su autoridad y respondemos ante �l con una obediencia de confianza, sabiendo que la obediencia es una parte clave para permanecer cerca de �l (Juan 14:23).

La familia de Dios comprende un amplio cuerpo de creyentes que se esfuerzan juntos por crecer m�s cerca de Dios (1 Corintios 12:13). Es una familia que es m�s fuerte por los dones que cada persona tiene (Romanos 12:6-8). Los miembros de esta nueva familia buscan lo mejor para los dem�s (1 Corintios 10:24), se animan mutuamente (G�latas 6:1-2) y se perdonan (Mateo 18:21-22). Cada miembro tiene una funci�n espec�fica, pero las funciones se desempe�an con respeto y bondad (1 Pedro 5:1-5). Sobre todo, nos respondemos unos a otros con amor, no con un sentimiento, sino con un acto desinteresado y consciente de sacrificio, que refleja el amor �gape del Dios que nos am� y se entreg� por nosotros (G�latas 2:20).

Ya no somos ciudadanos del mundo, sino que estamos apartados de �l (2 Corintios 6:14-7:1). Entendemos que formamos parte de un reino celestial gobernado por Dios. Las cosas de la tierra ya no nos atraen (Colosenses 3:2). No tenemos miedo ni damos demasiada importancia al sufrimiento en la tierra ni a las pruebas que afrontamos (Colosenses 1:24; 1 Pedro 3:14; 4:12-14), ni tampoco damos importancia a las cosas que el mundo valora (1 Timoteo 6:9-11). Incluso nuestros cuerpos y nuestras acciones reflejan que nuestras mentes ya no est�n conformadas al mundo (Romanos 12:1-2), sino que ahora son instrumentos de justicia para Dios (Romanos 6:13). Y nuestra nueva perspectiva del reino significa que entendemos que nuestro enemigo no es la gente que nos rodea, sino las fuerzas espirituales que intentan impedir que la gente conozca a Dios (Efesios 6:12).

Todo esto es lo ideal: el car�cter de un seguidor maduro de Cristo. Una de las mayores bendiciones de nuestra identidad en Cristo es la gracia que hemos recibido para crecer en la madurez espiritual que realmente refleja nuestra nueva identidad (Filipenses 1:6). Nuestras vidas a la luz de nuestra identidad en Cristo est�n llenas de un Padre celestial, una familia grande y amorosa, y el entendimiento de que somos ciudadanos de otro reino y no de esta tierra.

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