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Pregunta: “�Qu� dice la Biblia sobre la promiscuidad / ser promiscuo?”
Una persona promiscua es la que tiene relaciones sexuales con varias personas. En la �poca cuando la pureza y la integridad eran consideradas virtudes, la promiscuidad no era bien vista. Sin embargo, en la cultura actual, la promiscuidad se promueve en la televisi�n, el cine y la m�sica. Los ni�os se sienten obligados a tener un novio o una novia en la secundaria y reciben clases sobre sexualidad humana sin principios b�blicos. Por eso no es sorprendente que, antes de llegar a adultos, m�s de la mitad de los adolescentes norteamericanos ya han tenido por lo menos un encuentro sexual. Una gran parte de ellos pueden ser considerados promiscuos. Nuestra cultura llama a esto progreso; la Biblia lo llama pecado (Hebreos 13:4).
B�blicamente hablando, la promiscuidad es una reiterada violaci�n de las normas de Dios para el sexo. Dios cre� el sexo como una hermosa expresi�n de amor que permitir�a la reproducci�n de la raza, pero �l tambi�n conoce la devastaci�n que resulta cuando se abusa del don que nos ha dado. Cuando Dios puso l�mites a nuestra expresi�n sexual, lo hizo por nuestro propio bien. La promiscuidad es un abuso de la capacidad sexual. Les priva a los que la practican la capacidad de comprender la verdadera intimidad. Les quita la autoestima, la dignidad y la pureza de coraz�n a quienes la practican.
Un simple vistazo a los problemas mundiales nos muestra que la promiscuidad es la causa de muchos de los problemas del mundo. Consideremos los problemas sociales provocados por la promiscuidad: el aborto, las enfermedades de transmisi�n sexual, las madres solteras en situaci�n de pobreza, el SIDA, los ni�os sin pap�, el adulterio, el divorcio, la tradici�n de la violaci�n y la propagaci�n de problemas relacionados, como el enga�o en el sistema de bienestar social, el hacinamiento, el hambre y la pornograf�a. Miles de millones de d�lares y cientos de horas se invierten para solucionar estos problemas, no obstante, la mayor�a de los problemas desaparecer�an simplemente si la gente cumpliera las instrucciones de Dios sobre el sexo.
Mientras que el mundo considera que la promiscuidad es algo normal, las advertencias de Dios est�n presentes en las p�ginas de la Biblia (1 Corintios 6:9; Efesios 5:3; Colosenses 3:5; 1 Tesalonicenses 5:3). La inmoralidad sexual es un pecado que nos separa de Dios. G�latas 5:19-21 dice: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicaci�n, inmundicia, lascivia… borracheras, org�as, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredar�n el reino de Dios”. Podemos tratar de redefinir la promiscuidad y hacer que no incluya los comportamientos que tenemos, pero nuestras definiciones no son v�lidas. S�lo importan las definiciones de Dios, y deber�amos someternos a ellas.
Cualquiera se puede equivocar y pecar sexualmente. La soluci�n de Dios es el arrepentimiento y el perd�n (1 Juan 1:9). Los que son sexualmente promiscuos necesitan cambiar radicalmente su estilo de vida. Aquellos que contin�an viol�ndose a s� mismos teniendo relaciones sexuales con m�ltiples personas no tienen un coraz�n transformado por el poder del Esp�ritu Santo (1 Corintios 6:18; 2 Corintios 5:17).
El Salmo 24:3 hace la siguiente pregunta: “�Qui�n subir� al monte de Jehov�? �Y qui�n estar� en su lugar santo?”. La respuesta a esta pregunta deber�a ser la meta de todo aquel que desee tener una relaci�n correcta con Dios: “El limpio de manos y puro de coraz�n; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con enga�o” (vers�culo 4). Es imposible tener las manos limpias y el coraz�n puro mientras se vive en la promiscuidad sexual. Los que creen que pueden pecar todo lo que quieren, pedir perd�n a Dios y volver a hacerlo al d�a siguiente se enga�an a s� mismos. Eso es una religi�n falsa, no es la realidad. Sin embargo, el cambio de coraz�n radical que todos necesitamos se encuentra disponible en la cruz de Cristo. Aquellos que se presentan ante Dios quebrantados y arrepentidos descubrir�n que Su misericordia y Su poder est�n listos para transformar sus vidas (Salmo 51:16-17).